Fertilización Humana: Manifestación Grandiosa del Creador

El excelente artículo titulado “Made in His Image: Human Reproduction” (Hecho a Su Imagen: Reproducción Humana) por el Dr. Randy Guliuzza, Acts & Facts. 38 (1):14, enero del 2009, da un poco de luz sobre el complejo y maravilloso diseño de la fertilización humana.

Fecundación de Óvulo Humano. Crédito: Public domain image.

Randy Guliuzza está capacitado para tratar el tema, siendo Ingeniero además de Doctor en Medicina. Adicionalmente posee una Maestría en Salud Pública de la Universidad de Harvard, y una Licenciatura en Teología del Instituto Bíblico Moody. Procedamos, pues, basados en su artículo, a una breve explicación del proceso de la fertilización humana.

El espermatozoide masculino empieza como una célula redonda. Dicha forma no es apropiada para poder viajar y transportarse hacia el óvulo femenino. Células Sertoli rodean, pues, dichas células sexuales en el testículo del hombre, extrayendo material de su citoplasma y transformando su forma redonda a elongada, como con cola, la que le sirve para movilizarse hacia el óvulo.

La vagina de la mujer tiene un pH ácido, de 3.5, diseñado así por el Creador para darle protección bactericida. El espermatozoide masculino no pudiera sobrevivir en dicho medio ácido. Por tal motivo, el fluido seminal ha sido formulado con un pH alcalino, de 7.5, para neutralizar el medio ácido de la mujer, permitiendo así que el espermatozoide pueda sobrevivir durante su recorrido hacia el óvulo.

El sistema inmune de la mujer, que destruye invasores microscópicos, es suprimido por el semen en el área que impregna a la mujer, de otra manera los espermatozoides serían destruidos. Para evitar que la mujer quede desprotegida, el semen contiene componentes bactericidas que protegen a la mujer de infecciones.

Como un mecanismo de defensa de la mujer, movimientos coordinados de proyecciones en forma de vellosidad que recubren algunas células del útero; junto con pequeñas contracciones rítmicas del útero; producen una corriente de flujo hacia afuera que sirve para expulsar cualquier material invasor.

Esta acción protectora en el útero de la mujer dificultaría el desplazamiento del espermatozoide hacia su óvulo. Por tal motivo, el semen ha sido diseñado con un componente que al entrar en contacto con el útero, provoca una inversión de la dirección del movimiento de las proyecciones (pestañitas), causando que en lugar de expulsar, ayuden a introducir el espermatozoide.

Por su parte, el óvulo femenino contiene una membrana protectora externa, de manera que sólo el espermatozoide humano lo pueda fertilizar. Para que el espermatozoide pueda fertilizar el óvulo se hace necesario, entonces, remover dicha membrana. ¿Qué mecanismo realiza dicha labor? Dios ha provisto al semen de una enzima corrosiva, la cual es usada para destruir la membrana protectora del óvulo femenino, permitiendo así su fertilización.

Debido a que dicha enzima haría estéril al hombre, ésta se encuentra encapsulada en la cabeza del espermatozoide, el acrosoma. El cuerpo de la mujer a su vez, produce secreciones corrosivas que remueven la glicoproteína que integra la capa encapsuladora del acrosoma del espermatozoide, de manera de liberar la enzima corrosiva encapsulada en el acrosoma, para que ésta pueda destruir la capa protectora del óvulo, y así permitir su fertilización.

Tan pronto un espermatozoide fertiliza el óvulo, se produce un flujo de iones positivos de sodio hacia la superficie del óvulo, impidiendo que otros espermatozoides fertilicen el óvulo ya fecundado, protegiendo de esa manera tanto al óvulo fertilizado como a la madre.

No sólo hay mucho más detalles dignos de consideración dentro del mecanismo físico, pero sobre todo, la comunión tierna, íntima y profunda planeada por Dios para la pareja en el acto procreativo, debería ser motivo de agradecimiento profundo y alabanzas al Creador por tan hermoso regalo.

Observemos que sustancias producidas independientemente por el hombre para modificar las acciones del cuerpo de la mujer, y viceversa, son necesarias y parte de las interacciones necesarias y complejas requeridas para la fertilización.

Bien escribió el salmista: “Grande es el Señor, y digno de ser alabado en gran manera; y su grandeza es inescrutable.” Salmo 145:3

David escribió: “Porque tú formaste mis entrañas; me hiciste en el seno de mi madre. Te alabaré, porque asombrosa y maravillosamente he sido hecho;

 maravillosas son tus obras, y mi alma lo sabe muy bien.

No estaba oculto de ti mi cuerpo, cuando en secreto fui formado, y entretejido en las profundidades de la tierra.

 Tus ojos vieron mi embrión, y en tu libro se escribieron todos los días que me fueron dados, cuando no existía ni uno solo de ellos.

 ¡Cuán preciosos también son para mí, oh Dios, tus pensamientos! ¡Cuán inmensa es la suma de ellos! Si los contara, serían más que la arena; al despertar aún estoy contigo.”

Salmo 139:13-18

No, no somos resultado de accidente y la casualidad. Dios nos ha creado y ama enormemente, al punto de haber entregado a su Hijo Jesucristo a morir en la cruz para pagar por nuestros pecados y darnos vida eterna, para que podamos habitar con Él toda la eternidad.

¿Le conoces? ¿Conoces a Jesús?

El apóstol Juan escribió: “Y el testimonio es éste: que Dios nos ha dado vida eterna, y esta vida está en su Hijo. El que tiene al Hijo tiene la vida, y el que no tiene al Hijo de Dios, no tiene la vida.”   1 Juan 5:11-12

Nota: Esta artículo ha sido extraído y adaptado para esta publicación de la sección “La Fertilización Humana” del libro Génesis: El Origen del Cosmos y la Vida por Jaime Simán © 2015 Jaime Simán. Las Escrituras Bíblicas fueron citadas de La Biblia de Las Américas. ©1986, 1995, 1997 by The Lockman Foundation. Usadas con permiso.