Por Jaime Siman

"¿Con qué me presentaré al Señor y me postraré ante el Dios de lo alto?"
Miqueas 6:6

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PRÓLOGO
LA VERDAD RESUMIDA
PERO TIENES MÁS PREGUNTAS
DIOS DEMANDA PERFECCIÓN
TUS ESFUERZOS NO SON SUFICIENTES
JESÚS ES LA ÚNICA RESPUESTA
EL TEMA CENTRAL DE LA SEMANA SANTA
¿TODAVÍA ESTÁS TRATANDO?
¿HAY ALGÚN SACRIFICIO QUE PODAMOS OFRECER?
NO TODOS QUIEREN ABRIR LA PUERTA
INVITACIÓN A RECIBIR A JESÚS
SEGURIDAD DE SALVACIÓN
¿QUIERE DECIR QUE YA NO TENEMOS QUE HACER OBRAS?
CELEBREMOS CON CORAZONES ILUMINADOS
AHORA QUE HAS RECIBIDO VIDA ETERNA


Dedicado:

El Cordero de Dios que limpió mi pecado.
Y a todos aquellos que al leer este folleto,
y comprender el verdadero significado del sacrificio y resurrección de Jesús,
reciban vida eterna.
Celebremos
La Semana Santa

...como le agrada a Dios

Jaime Simán


Una vez al año el pueblo hispano, al igual que el resto del mundo occidental, recuerda la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo mediante las celebraciones de la ‘Semana Santa’.

Este tiempo de reflexión para algunos empieza varias semanas antes, con el ‘Miércoles de Ceniza’; iniciando así la temporada religiosa conocida como la ‘Cuaresma’.

Durante este periodo, muchas personas buscan acercarse a Dios a través de abstinencias de alimentos, y ofrendas especiales. Otras ofrecen sacrificios para pagar por sus pecados.

En ciertas regiones del mundo, tales como en las Filipinas; y aun en América Latina y el Caribe, devotos religiosos se arrastran de rodillas hasta la iglesia donde se encuentra la figura religiosa a la cual hicieron alguna promesa.

En la televisión vemos casos de devotos que se dejan azotar. Sangrando van cargando una cruz por largas distancias. Otros no sólo cargan la cruz, sino que hasta se dejan crucificar.

Las celebraciones están llenas de contrastes y contradicciones. En Estados Unidos de América, por ejemplo, la gente sale a las calles de Nueva Orleáns para celebrar el ‘Martes de Gracia’ (Mardigras). Dicha celebración el día anterior al Miércoles de Ceniza, se caracteriza por el alboroto, las borracheras y la inmoralidad sexual.

Cuidado Como Celebramos

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El mundo hispano no está libre de dichos excesos. Para muchos la Semana Santa no es nada más que una excusa para tomar vacaciones o el desenfreno. Ellos escapan de las presiones o rutina del trabajo para aventarse al libertinaje moral, participando en paseos, reuniones y fiestas donde el exceso de alcohol, sensualidad y bailes mundanos embriagan a sus celebrantes.

Pero la pregunta clave en este folleto no es: ¿Cómo celebra la gente la Semana Santa? Pues, cada uno de nosotros es responsable ante Dios por sí mismo, no por el vecino.

La pregunta que cada uno debe hacerse es: ¿Cómo debo yo celebrar la Semana Santa? Esta pregunta, sin embargo, no se puede responder adecuadamente si no se conoce el verdadero significado de lo que se conmemora.

¿Cuál es el significado de la Semana Santa?

¿Dónde encontraremos la respuesta a esta pregunta? ¿Hallaremos el significado de la Semana Santa en las tradiciones?

Es cierto que las tradiciones religiosas, ritos y costumbres establecidas por hombres, muchas veces nos ayudan a reflexionar en Dios; pero no todas son correctas. Las tradiciones cambian con el tiempo. Y muchas de ellas se apartan tanto de la verdad que se convierten en herejías, ofensivas a Dios.

Si no todas las tradiciones son aceptables a los ojos de Dios, entonces necesitamos saber cuáles son buenas y cuáles se han ido desviando de la verdad. Para ellos necesitamos recurrir a una fuente más confiable que las opiniones de hombres; sobre todo que se trata de prácticas que afectan nuestras almas, y destino eterno.

¿Cuál es pues esa fuente confiable que necesitamos? ¿Adónde podemos recurrir? Amigo, qué mejor que la Biblia, la misma palabra de Dios. Él lo sabe todo, y en Él no hay error ni engaño.

En la Biblia encontramos la verdad. Las historias y enseñanzas de las Sagradas Escrituras son confiables y verdaderas, nunca cambian, tal como lo expresó el salmista hace más de dos mil años “La suma de tu palabra es verdad, y cada una de tus justas ordenanzas es eterna.” Salmo 119:160.

En el Salmo 119:105 leemos: “Lámpara es a mis pies tu palabra, y luz para mi camino”.

Recibamos pues la luz que necesitamos para conocer la verdad de lo que celebramos. Acompáñeme en un caminar por las Sagradas Escrituras. Y entonces, celebremos la Semana Santa como le agrada a Dios.


LA VERDAD RESUMIDA

Si bien hay varios aspectos importantes cuando consideramos el significado de la Semana Santa, vamos a resumir los principales a continuación. Lo haremos en pocas palabras, y recurriendo a la palabra confiable y poderosa de Dios.

1. ¿A Quién Mira Dios Con Agrado En Esta Semana Santa?

"A éste miraré: al que es humilde y contrito de espíritu, y que tiembla ante mi palabra.” Isaías 66:2.

2. La Palabra De Dios Es Superior A La Tradición Religiosa

“Entonces se acercaron a Jesús algunos escribas y fariseos de Jerusalén, diciendo: ¿Por qué tus discípulos quebrantan la tradición de los ancianos?

…Y respondiendo Él, les dijo: ¿Por qué también vosotros quebrantáis el mandamiento de Dios a causa de vuestra tradición?… invalidasteis la palabra de Dios por causa de vuestra tradición.

… ¡Hipócritas! Bien profetizó Isaías de vosotros cuando dijo: Este pueblo con los labios me honra, pero su corazón está muy lejos de mí. Mas en vano me rinden culto, enseñando como doctrinas preceptos de hombres.” Mateo 15:1-9.

3. Su Palabra Declara Las Buenas Noticias

Mateo escribió en su evangelio las buenas noticias, las palabras del ángel enviado a José: “Y (María) dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados.” Mateo 1:21.

4. Esta Es La Gran Noticia

La gran noticia y mensaje de la Semana Santa, es que Jesús nos salva de nuestros pecados.

“De tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en Él, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por Él.” Juan 3:16-17.

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5. Nuestro Sacrificio Aceptable A Dios

Tal vez dices: Yo quiero ofrecerle sacrificios a Dios, ¿qué sacrificio puedo ofrecerle esta Semana Santa? Tengo buenas noticias, Dios nos ha declarado en la Biblia, en 1 Samuel 15:22, cuál es el sacrificio que más le agrada:

¿Se complace el Señor tanto en holocaustos y sacrificios como en la obediencia a la voz del Señor? He aquí, el obedecer es mejor que un sacrificio, y el prestar atención, que la grosura de los carneros”.


PERO TIENES MÁS PREGUNTAS

¿Tienes más preguntas verdad? Puede que digas: Dios mandó a su Hijo a morir en la cruz, pero ¿cómo puede alguien estando clavado en una cruz salvarme? Además, ¿qué dice su palabra respecto a las obras? ¿Ya no tengo que hacer nada para salvarme?

Y si puedo ser salvo ¿quiere decir que puedo saber desde ahora si me voy a salvar?

Sé que Dios murió por todos, pero ¿irá todo el mundo al cielo? Tal vez exclamas: ¡Eso no puede ser! Hay gente muy injusta y cruel ¡No es posible que todos vayan al cielo!

Tienes razón, no todos entrarán al cielo. Leamos lo que nos enseña Dios sobre estas cosas. Él nos ha dado abundante luz para conocer su camino y su voluntad. Sigamos pues nuestra jornada por las Sagradas Escrituras. ¡Ahí encontraremos las respuestas!

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DIOS DEMANDA PERFECCIÓN

Las Escrituras nos muestran que Dios es santo y perfecto, por lo que no puede habitar ni tener comunión con la maldad. La luz y las tinieblas no tienen nada en común ni pueden habitar juntas.

Dios demanda y exige pues un corazón perfecto. Y esto no nos debe extrañar. No podemos imaginarnos que un rey desee vivir en un palacio lleno de gusanos y telas de araña. Y tampoco podemos esperar que Dios pueda convivir con corazones llenos de todo tipo de injusticia y corrupción.

El problema es que nadie de nosotros tiene un corazón recto, aceptable a Dios. Nuestros malos pensamientos, nuestras envidias y celos, nuestra falta de amor hacia otros, nuestras acciones egoístas, nuestro orgullo, nuestro corazón duro ante nuestro prójimo, nuestras palabras ofensivas, nuestra falta de paciencia, nuestros enojos, todo ello ofende y hiere no sólo a nuestro prójimo, sino sobretodo a Dios.

El problema no sólo es de unos. Todos nos hemos dejado arrastrar por la maldad. Tal como escribió el profeta Isaías: Todos nosotros somos como el inmundo, y como trapo de inmundicia (es decir, como trapo sucio) nuestras obras justas; todos nos marchitamos como una hoja, y nuestras iniquidades (maldades), como el viento, nos arrastran.” Isaías 64:6.

Todos hemos fallado y nos hemos corrompido, dejándonos guiar por nuestra manera vana de ser, siguiendo nuestro propio camino, alejándonos del Reino de Dios y su justicia.

Tal como lo hemos expuesto, la condición para poder entrar al Reino de Dios es que seamos totalmente limpios; y el problema del hombre es su estado de corrupción moral. No basta ser un poco menos malos, necesitamos una renovación completa.

El sentido común nos muestra que esto es algo que no podemos hacer por nosotros mismos. Así como un árbol enfermo, que da frutas podridas, no se puede volver hermoso y sano por sí mismo; así nosotros necesitamos ayuda de afuera. Necesitamos ayuda divina, una intervención sobrenatural, de Dios mismo.


TUS ESFUERZOS NO SON SUFICIENTES

Puede que tú digas: Un momento, yo no soy tan malo, voy a la iglesia y trato de cumplir con Dios y con los hombres. Haces bien, pero tus esfuerzos no son suficiente.

¿Qué de los pensamientos que cruzan tu mente? ¿Qué de las palabras que a veces dices sin pensar? ¿Qué de los rencores, impaciencia o envidias que brotan de tu corazón?

La respuesta a nuestra condición perdida no está en nuestros buenos esfuerzos o intenciones, no importa cuánto tratemos. Sí, es necesario que queramos cambiar, pero aún ello no es suficiente; necesitamos además la obra de Dios.

Es como si quisieras vender un televisor que hiciste con tus propias manos. Compraste la caja de metal, le pusiste una pantalla al frente, y le colocaste unos botones. Hiciste un gran esfuerzo, y te llevó mucho tiempo hacerlo. Tiene una bonita apariencia y por fuera parece un verdadero televisor, pero por dentro no está completo, no funciona. Amigo, si no sirve, no importa cuánto hayas trabajado en él…nadie te lo va a comprar.

O como el niño que desobedeciendo a su papá, se mete en un charco lodoso en el patio de su casa. Cuando regresa el papá a la casa, el niño no quiere abrir la puerta hasta poder limpiarse. Con sus manos lodosas trata de quitarse el lodo de su cara y de sus brazos. Pero, entre más trata de limpiarse, más se enloda.

Jesús dijo: “Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo producir frutos buenos.” Mateo 7:18.

Así como un vaso de leche pura que con tan sólo una gota de cianuro está envenenada, y no es aceptable para estar en el refrigerador de nuestra casa, así nuestros corazones no son aceptables para tener un lugar en el Reino de un Dios puro y perfecto.

Cuando al tratar de obedecer la ley de Dios la violo, estoy mostrando mi naturaleza corrupta y pecadora. Cuando no muestro un comportamiento que armoniza perfectamente con las leyes y las normas de Dios, estamos comprobando que somos pecadores y culpables, no inocentes.

Santiago escribió en su epístola: “…cualquiera que guarda toda la ley, pero tropieza en un punto, se ha hecho culpable de todos.” Santiago 2:10.

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Reflexionemos: Ya hemos contaminado la tierra con nuestra maldad. Dios no nos puede dejar entrar así como somos al cielo, pues lo contaminaríamos también. La solución, la respuesta, está en el Hijo de Dios.


JESÚS ES LA ÚNICA RESPUESTA

La justicia divina demanda que se pague un castigo por los pecados. Jesús pagó ese castigo por nosotros.

El sacrificio de ninguno de nosotros, pecadores, hubiera sido agradable a Dios. Eso no debe extrañarnos. Si hubiéramos destruido una casa perfecta y valiosa, un juez no permitiría que demos a cambio una casucha llena de agujeros y a punto de caerse.

Tampoco podemos tratar de hacer paz con nuestro enemigo ofreciéndole un banquete, donde la carne que le presentamos está podrida y maloliente.

El sacrificio de una persona inmoral o injusta, lejos de ser aceptable a Dios sería una ofensa. Por eso fue necesario que el Hijo de Dios tomara un cuerpo como el nuestro y que, después de vivir una vida perfecta y agradable a Dios, lo ofreciera por nuestros pecados.

El sacrificio de Jesús sí es aceptable. Jesús es el cordero de Dios sin mancha, el sacrificio aceptable, que al ser ofrecido en la cruz, aplacó la justicia divina.

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Jesús es la respuesta a nuestra condición. Primero, porque recibió en la cruz el castigo que nuestros pecados merecen. Y segundo, porque después de satisfacer las demandas de la justicia divina, y subir al cielo, envió al Espíritu Santo para renovarnos.

El Espíritu Santo crea en nosotros una nueva naturaleza espiritual, capaz de oír la voz de Dios, deseosa de obedecerle. Eso se conoce como ‘nacer de nuevo’, una expresión que Jesús mismo usó cuando conversaba con Nicodemo. En el evangelio de Juan leemos que Jesús le dijo a Nicodemo que es necesario nacer de nuevo para poder ver el Reino de Dios.

Ese nacimiento es una experiencia espiritual, invisible a los ojos físicos; pero es muy real y verdadera. Es algo así como el viento que no vemos, pero que podemos sentir y que tiene poder hasta para empujar grandes embarcaciones a través de los mares.


EL TEMA CENTRAL DE LA SEMANA SANTA

El apóstol Juan escribió “Hijitos míos, os escribo estas cosas para que no pequéis. Y si alguno peca, Abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo. Él mismo es la propiciación por nuestros pecados, y no sólo por los nuestros, sino también por los del mundo entero.” 1 Juan 2:1-2.

El único que podía ofrecer un sacrificio aceptable a Dios era Jesucristo. Fue por eso que Jesús dijo al Padre: “En holocaustos y sacrificios por el pecado no te has complacido. Entonces dije: "He aquí, yo he venido - en el rollo del libro (es decir, en las Sagradas Escrituras.) está escrito de mí - para hacer, oh Dios, tu voluntad.”

“…He aquí, yo he venido para hacer tu voluntad (es decir: morir en la cruz, para pagar por los pecados de la humanidad). Él quita lo primero (sacrificios imperfectos de hombres) para establecer lo segundo (el sacrificio perfecto de Jesús).

Por esta voluntad hemos sido santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo una vez para siempre.” Hebreos 10:6-10.

Ese es el tema principal de la temporada: Dios en su gran amor, envió a su Hijo Jesucristo en un cuerpo como el nuestro; para sufrir en la cruz, y así pagar por nuestros pecados.

Esa sangre no sólo cubre nuestros pecados, sino que paga la deuda completa; haciéndonos aceptables para entrar al reino de los cielos. Lo que el hombre no podía hacer, Dios hizo mediante el sacrificio de su Hijo Jesucristo en la cruz.

Este sacrificio es único y suficiente. Es decir, no se necesitan más sacrificios. Tal como leemos en Hebreos 10:14 “Porque por una ofrenda Él ha hecho perfectos para siempre a los que son santificados.”

El que recibe los beneficios del sacrificio de Jesús en la cruz, tiene sus pecados perdonados; y es apartado para vivir en la luz y amor de Dios. Eso es lo que quiere decir la Biblia cuando dice que somos santificados. Somos apartados para caminar en los caminos de vida abundante, de Dios.

Sí, vivimos en el mundo, pero ya no participamos del pecado del mundo como lo hacíamos antes.

Claro que todavía tropezamos y a veces caemos; pero nos levantamos por el poder de Dios; y seguimos su camino. Es así como el pequeñito que ha nacido y empieza a crecer y a caminar. Al principio se cae mucho; pero poco a poco va a prendiendo a caminar.

Jesús ha prometido en su palabra que un día completará la obra que ha empezado. Pablo en su carta a la iglesia en Filipos declaró estar “convencido precisamente de esto: que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Cristo Jesús.” Filipenses 1:6.

El apóstol Juan escribió: “Mirad cuán gran amor nos ha otorgado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; y eso somos. Por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a Él.

Amados, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que habremos de ser. Pero sabemos que cuando Él se manifieste, seremos semejantes a Él porque le veremos como Él es.” 1 Juan 3:1-2.

Un día el Señor vendrá por su pueblo, y completará esa transformación. Ahora nos ha dado vida espiritual, nos ha hecho nacer de nuevo. Pero el cuerpo que llevamos todavía está corrompido por el pecado. Es por eso que necesita morir, para un día ser resucitado nuevo.

Tenemos esa promesa de Dios, quien no miente; y nos ha dado su Espíritu para residir en nuestros corazones como garantía de lo que ha prometido.

Pablo escribió a los creyentes de Éfeso que: “En Él (es decir, en Cristo) también vosotros, después de escuchar el mensaje de la verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído, fuisteis sellados en Él con el Espíritu Santo de la promesa,

que nos es dado como garantía de nuestra herencia …

Por esta razón también yo, habiendo oído de la fe en el Señor Jesús que hay entre vosotros, y de vuestro amor por todos los santos, no ceso de dar gracias por vosotros, haciendo mención de vosotros en mis oraciones..” Efesios 1:13-16.

Observemos tres cosas en particular en las Escrituras anteriores:

  1. Primero, observemos que Pablo menciona que los creyentes son sellados con el Espíritu Santo. Nadie pues, ni Satanás mismo, puede entrar a robar la vida eterna prometida a los que han puesto su fe en Cristo.

    Los creyentes están protegidos, sellados no con un sello cualquiera, sino con el mismo Espíritu Santo.
  2. Segundo, notemos que los creyentes son sellados al creer el evangelio, la palabra de Dios; que nos enseña el camino de salvación.
  3. Tercero, veamos que Pablo llama ‘santos’ a los creyentes. Y es que los creyentes somos santos pues estamos lavados con la sangre de Cristo.

    La Biblia nos enseña que todos los creyentes son santos. Y aparte de Cristo, nadie es santo por sí mismo ni por sus obras buenas. Tal como dicen las Escrituras:

    por cuanto todos pecaron y no alcanzan la gloria de Dios,

    siendo justificados gratuitamente por su gracia por medio de la redención que es en Cristo Jesús,

    a quien Dios exhibió públicamente como propiciación por su sangre a través de la fe..” Romanos 3:23-25

¿TODAVÍA ESTÁS TRATANDO?

En la ilustración del niño que está lleno de lodo, por más que trate de quitar el barro de su cara y sus brazos, no se logra limpiar. En lugar de seguir tratando, necesita abrirle la puerta a su papá, para que él le eche agua con una manguera, y así le remueva el lodo.

Al igual que el niño, muchos tratan de limpiarse por sí mismos antes de venir a Dios. Mientras tanto viven con miedo, pero ¡para eso fue Jesús a la cruz!

¿Acaso tú también estás tratando de limpiar tu vida para poder presentarte ante Dios? ¿Crees que antes de venir a Él necesitas primero hacerte bueno? O quizá ya te diste cuenta que eso no funciona. Por eso te sientes frustrado. Te has dado por vencido, y prefieres no pensar más qué pasará cuando te mueras.

¿Te da miedo morir? Te da miedo porque no sabes qué pasará con tu alma. Te da miedo porque sabes que tu vida no es aceptable a Dios, así que prefieres no pensar en ello. Ya ni vas a la iglesia para escapar de ese pensamiento que te aterroriza.

Pero recibe las buenas noticias, no necesitas seguir huyendo. La Biblia dice que “..por gracia (es decir, por un favor que no merecemos) habéis sido salvados por medio de la fe, y esto no de vosotros, sino que es don (regalo) de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe.” Efesios 2:8-9.

Dios te ama: “de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en Él, no se pierda, mas tenga vida eterna.” Juan 3:16.

Sí, de tal manera amó Dios al mundo, de tal manera te amó y te ama Dios, que dio a su Hijo Jesucristo para morir en la cruz; pagando por tus pecados de una vez para siempre.


¿HAY ALGÚN SACRIFICIO QUE PODAMOS OFRECER?

En su carta a los Romanos 10:9-10 el apóstol Pablo escribe de un sacrificio que podemos hacer:

“.. si confiesas con tu boca a Jesús por Señor, y crees en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvo; porque con el corazón se cree para justicia (para ser declarados justos ante Dios), y con la boca se confiesa para salvación.”

El sacrificio nuestro principal, aceptable a Dios, es el de rendir nuestras vidas a Jesús; recibiéndole como Señor de nuestras vidas. Recibir a Jesús como Señor es recibirlo como Rey, Jefe, Patrón, Presidente, Director, Padre y Guía nuestro.

Es algo así como cuando el conductor de un carro se aparta, y se sienta al lado, dejando que otro tome el timón para conducirlo. Así nosotros debemos rendir nuestras vidas y dejar que Jesús las dirija. En el momento que hacemos esa decisión, recibimos salvación. En ese momento Jesús empieza a guiarnos y transformarnos por medio del Espíritu Santo.

Es como el niño que con sus manos lodosas al fin se da cuenta de su error y, dejando de tratar de limpiarse por sí mismo, le abre la puerta a su papá; sabiendo que su papá no viene a golpearlo, sino a limpiarlo, pues lo ama.


NO TODOS QUIEREN ABRIR LA PUERTA

Note que para que el niño le abra la puerta a su papá, debe creer que su papá puede y quiere lavarlo. Luego debe dejar que su papá entre y tome control de su situación, para que lo pueda lavar.

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Muchos sin embargo, no quieren dejar el pecado; engañados por Satanás no quieren abrir su corazón al Buen Pastor. Ellos deciden seguir sus vidas revolcándose en la avaricia, la codicia, la envidia, el egoísmo, la inmoralidad, el alcohol o las drogas; sin entender que su salud espiritual se está destruyendo.

A ellos Dios no los puede salvar y renovar, hasta que reconozcan su necesidad y lo busquen arrepentidos.

La buena noticia es que Dios ha enviado al Espíritu Santo para hacernos ver nuestro error, nuestro pecado y nuestra gran necesidad. Lo que necesitamos hacer ahora es reconocer la verdad, y humildemente aceptar y recibir a Jesús y su palabra en nuestras vidas. La Biblia dice:

“El que cree en Él no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios. Y este es el juicio: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, pues sus acciones eran malas. Porque todo el que hace lo malo odia la luz, y no viene a la luz para que sus acciones no sean expuestas.” Juan 3:18-20.


INVITACIÓN A RECIBIR A JESÚS

Jesús toca hoy a la puerta de tu corazón ¿lo dejarás entrar o lo rechazarás?

“He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él y él conmigo.” Apocalipsis 3:21.

Abre la puerta de tu corazón a Jesús, la Palabra de Dios, el Verbo encarnado. Recibe estas palabras, las Sagradas Escrituras acá presentadas. Al hacerlo tu vida será transformada.

Las Escrituras dicen que “..a todos los que le recibieron, les dio el derecho de llegar a ser hijos de Dios, es decir, a los que creen en su nombre, que no nacieron de sangre, ni de la voluntad de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino de Dios”. Juan 1:12-13.

Al recibir la palabra de Jesús nacerás de nuevo, dejando de ser hijo de este mundo, de la oscuridad; pasarás a ser hijo de Dios.

Haz esta oración de corazón, y el Señor entrará a morar en tu vida dándote salvación. La clave no está en una frase o fórmula mágica, sino en la condición del corazón expresada sencillamente por estas palabras.

Te invito pues a que eleves estas palabras a Dios en oración sincera:

Dios Santo, perdona mis pecados. Te entrego hoy mi vida. Te pido que la tomes y protejas en tus manos amorosas, y seas mi Rey y mi Señor.

Padre Celestial, ayúdame a seguir tu camino, a buscar y desear lo bueno, y a alejarme de lo malo.

Guíame y protéjeme del maligno.

Yo creo que el sacrificio de tu Hijo Jesús en el Calvario, su sangre preciosa derramada en la cruz, es poderosa para lavar mis pecados.

Señor Jesús, hoy te recibo en mi vida como mi Señor y mi Salvador. Gracias por morir por mí. Te ruego que me des tu Santo Espíritu para fortalecerme, guiarme y acompañarme. Amén.


SEGURIDAD DE SALVACIÓN

Si tú haz hecho la oración anterior de corazón, puedes estar seguro que haz recibido vida eterna, no porque lo diga yo, mas porque lo dice Dios. Tal como dice su palabra:

“Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna.”
1 Juan 5:13

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Sí, la Biblia nos enseña claramente que el que recibe la palabra de Dios en su corazón, creyendo, recibe vida eterna. Esta es una promesa hecha por Jesús mismo: “En verdad, en verdad os digo: el que oye mi palabra y cree al que me envió, tiene vida eterna y no viene a condenación, sino que ha pasado de muerte a vida.” Juan 5:24.

En las manos del Buen Pastor tu vida estará segura para siempre.

Y nunca olvides, esta vida no es el resultado de tus obras, sino del Espíritu que te da vida: “El Espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida.” Juan 6:63.


¿QUIERE DECIR QUE YA NO TENEMOS QUE HACER OBRAS?

Al contrario, si el Espíritu de Dios mora en nuestro corazón, entonces nuestra fe será una fe viva; y se manifestará a través de nuestro deseo de hacer obras agradables a Dios. Son obras agradables a Dios por que son de acuerdo a su voluntad, hechas bajo la guía del Espíritu Santo, en el amor de Dios.

“Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para hacer buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviéramos en ellas.” Efesios 2:10.

“Vosotros sois la luz del mundo. Una ciudad situada sobre un monte no se puede ocultar; ni se enciende una lámpara y se pone debajo de un almud (cántaro), sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en la casa. Así brille vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas acciones y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.” Mateo 5:14-16.

Le damos la mano al necesitado, perdonamos al que nos ofende, mostramos bondad al desanimado, ofrecemos paciencia al que nos irrita y molesta, buscamos deseosos conocer y obedecer la palabra de Dios. Todo esto lo hacemos como resultado de nuestros corazones transformados.

Por el Espíritu Santo hemos nacido de nuevo con un mejor propósito, el de amar a Dios y al prójimo. Es ese mismo Espíritu el que ahora nos da el poder para poner a muerte los deseos e impulsos de la carne, y vivir de acuerdo a la voluntad de Dios.

Es el Espíritu Santo el que ha renovado nuestros corazones que ahora buscan servir a Dios, pues están agradecidos por su gran amor, y por su preciosa salvación.

Sí, las obras buenas que hacemos obtienen riquezas en el reino de los cielos, pero no añaden nada a nuestra salvación. Recibimos la salvación por gracia, un gran favor inmerecido que recibimos por fe. De no ser así, decir que se necesitan obras nuestras para pagar por nuestra salvación, sería lo mismo que decir que el sacrificio, la sangre derramada de Jesús, no es suficientemente valiosa, suficientemente preciosa para pagar por nuestros pecados.

Pero la Palabra de Dios, y su Espíritu Santo, declaran que sí, el sacrificio de Jesús en la cruz es pago suficiente por nuestros pecados. “Porque por una ofrenda Él ha hecho perfectos para siempre a los que son santificados” Hebreos 10:14.


CELEBREMOS CON CORAZONES ILUMINADOS

Celebremos pues, con acción de gracias, esta Semana Santa; con corazones iluminados, llenos del entendimiento espiritual.

Celebremos con corazones iluminados, no como muchos que durante las celebraciones religiosas de la Pascua Judía hace 2,000 años, observaban sacrificios sin reconocer el gran sacrificio que en medio de ellos ocurría en la cruz del Calvario. No como muchos que ocupados con las celebraciones religiosas de la Pascua Judía, no podían ver al mismo Dios que había bajado del cielo y que caminaba en medio de ellos.

Celebremos esta Semana Santa, pero hagámoslo en espíritu y verdad, con corazones agradecidos, rendidos a los pies de Jesús pues ya llegó la hora cuando…

“los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque ciertamente a los tales el Padre busca que le adoren. Dios es espíritu, y los que le adoran deben adorarle en espíritu y en verdad.” Juan 4:23-24

AHORA QUE HAS RECIBIDO VIDA ETERNA

“Escrito está: "No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.”” Mateo 4:4.

Es necesario que te alimentes de la palabra de Dios para poder oír su voz, caminar por el camino de vida y luz, y para fortalecerte espiritualmente.

Lee la Biblia diariamente, y congrégate en una iglesia adonde se estudian las Sagradas Escrituras, y se adora a Dios en espíritu y verdad; glorificando a Jesucristo, la cabeza de la iglesia.

Comparte tu encuentro con Jesús con otras personas. No te avergüences de Él, pues Él no se avergonzó de ti en la cruz, mas dio su vida por ti.

Acuérdate de las palabras de Jesús: “El que se avergüence de mí y de mis palabras, de éste se avergonzará el Hijo del Hombre cuando venga en su gloria, y la del Padre, y la de los santos ángeles.” Lucas 9:26.

“Todo el que me confiese delante de los hombres, el Hijo del Hombre le confesará también ante los ángeles de Dios.” Lucas 12:8.

Cuando peques, pues todos tropezamos, reconoce tu falta ante Dios. Pídele perdón de hijo a padre, con respeto y un corazón sincero; también con confianza, sabiendo que ahora eres hijo de Dios: Tu Padre te ama y escucha.

Cuando peques, como David clama a Dios: “Contra ti, contra ti sólo he pecado, y he hecho lo malo delante de tus ojos, de manera que eres justo cuando hablas, y sin reproche cuando juzgas. Purifícame… y seré limpio; lávame, y seré más blanco que la nieve. Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí.” Salmo 51:4, 7, 10.

“Te manifesté mi pecado, y no encubrí mi iniquidad. Dije: Confesaré mis transgresiones al Señor; y tú perdonaste la culpa de mi pecado. Por eso, que todo santo ore a ti en el tiempo en que puedas ser hallado; ciertamente, en la inundación de muchas aguas, no llegarán éstas a él.” Salmo 32:5-6.

Aunque pases por tribulaciones, no olvides que Dios no nos ha dejado solos en este mundo; Él mismo está con nosotros. En Mateo 28:20 leemos las palabras de nuestro Señor Jesucristo antes de subir al cielo: “He aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.

Dios ha enviado al Espíritu Santo para consolarnos, fortalecernos y guiarnos a toda verdad, y también nos ha dado hermanos y hermanas espirituales para alentarnos unos a otros, compartiendo el maravilloso amor de Dios.

Tal como nos anima el Espíritu Santo en Hebreos 10:23-25, te invito pues a mantener firme la profesión de nuestra esperanza sin titubear o dudar, porque fiel es el que prometió. Considera el cómo estimularnos unos a otros al amor y a las buenas obras. Y no dejes de congregarte como algunos tienen por costumbre, sino animémonos unos a otros. ¡Y Dios bendecirá tu vida ricamente, hoy y siempre!

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Quinta impresión. Agosto, 2002.
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Escrituras bíblicas tomadas de: La Biblia de las Américas,
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Usadas con permiso.

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