Por Jaime Siman

"Con tu consejo me guiarás,
y después me recibirás en gloria."
Salmo 73:24

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PRÓLOGO
LA URGENCIA DEL EVANGELIO
ESTABLECIENDO LA BASE
LA URGENCIA DEL CONSEJO DE DIOS
LA PALABRA DE DIOS
NO SON LEYENDAS
TODO EL CONSEJO DE DIOS
SIRVIENDO LA COMIDA
UN TESTIMONIO PERSONAL
NO HA CAMBIADO
TENTACIÓN
UNA MADRUGADA
UN ENCARGO SOLEMNE
UN NUEVO COMIENZO
OTROS MATERIALES DE EDIFICACIÓN


Dedicado:

A los pastores y maestros que
alimentan el rebaño de Dios con
el alimento puro de la Palabra de Dios,
abriendo el consejo completo de
las Escrituras y trazando la sana
doctrina.
A aquellos que lo hacen velando por
el rebaño en amor, con la unción del
Espíritu Santo.


En Oseas 6:3 leemos: “Conozcamos, pues, esforcémonos por conocer al Señor. Su salida es tan cierta como la aurora, y Él vendrá a nosotros como la lluvia, como la lluvia de primavera que riega la tierra.”

La invitación del profeta sigue abierta, y de mucha relevancia para nosotros: ¡Conozcamos a nuestro Dios!

Pero, ¿cómo podemos llegar a conocer al Señor? Bueno, no a través de fotos o imágenes, pues, “Dios es espíritu”. Para conocer al Señor y adorarle apropiadamente, debemos hacerlo “en espíritu y verdad.” Juan 5:24. Y para ello se necesita más que nuestro intelecto. Nosotros somos seres finitos, terrenales y mortales; para llegar a conocer a un Dios infinito, que existe desde la eternidad y cuya naturaleza es sobrenatural, necesitamos la revelación sobrenatural de la Palabra de Dios.

La Biblia nos revela el carácter de Dios, su naturaleza, sus atributos invisibles, la obra de su creación, su poder, nuestro origen, nuestro pecado, su santidad, su justicia, nuestra condición, su misericordia, su amor, su soberanía, su propósito al crearnos y al salvarnos; y lo que concierne a nuestra existencia temporal en la tierra, y a nuestro futuro y destino eterno. La necesidad del hombre de conocer a su Creador es como la de la tierra árida, sedienta por la lluvia. La necesidad del rebaño de Dios, de conocer y recibir la guía del Buen Pastor a través de su Palabra, es como la de los campos sembrados que ansiosos aguardan por la lluvia de primavera; como la de los ciervos que jadean por los montes en busca de corrientes de agua. Tal como lo expresó el salmista, el alma de toda oveja del rebaño del Señor desde su interior clama: “Como el ciervo anhela las corrientes de agua, así suspira por ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios viviente.” Salmo 42:1-2

En muchos lugares, lamentablemente, el rebaño de Dios camina en oscuridad, sin oír la voz del Divino Pastor. Las ovejas caminan confundidas, en ignorancia espiritual; andan raquíticas, mal nutridas y enfermizas. La solución no se encuentra en pastores elocuentes, gran oratoria o emotivos mensajes; tampoco en predicaciones caracterizadas por la calidad de sus ilustraciones, la psicología empleada, u otra habilidad natural o estrategia que brota del talento o la inventiva natural del hombre. La respuesta se encuentra en Dios y su Palabra.

La clave no es el entretenimiento, sino la luz y nutrición sobrenatural, la de la Palabra pura, sin adulterar. Allí es donde encontramos la dirección que necesitamos, la base del verdadero conocimiento, y el poder liberador y transformador que desesperadamente buscamos. El salmista escribió: “Lámpara es a mis pies tu Palabra, y luz para mi camino.” Salmo 119:105. Jesús dijo: “Si vosotros permanecéis en mi palabra, verdaderamente sois mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.” Juan 8:31-32

En su carta a los romanos Pablo escribió: “No os adaptéis a este mundo, sino transformaos mediante la renovación de vuestra mente, para que verifiquéis cuál es la voluntad de Dios; lo que es bueno, aceptable y perfecto.” Romanos 12:2. La exhortación del apóstol no es a que nosotros nos transformemos a nosotros mismos, como si pudiéramos con nuestros propios métodos humanos; sino más bien, a que “seamos transformados”. Un estudio cuidadoso, y en contexto, nos muestra que eso es lo que nos dice Pablo; que seamos transformados. Y ello se logra por la Palabra de Dios. Es el Espíritu Santo, por medio de la Palabra de Dios, el que renueva nuestra manera de pensar y nos transforma.

Es de ayuda saber que nuestra palabra ‘metamorfosis’ viene del griego, idioma en que fue escrito el Nuevo Testamento, y se deriva de la misma palabra traducida ‘transformaos’ en el pasaje bíblico anterior: Esa transformación radical que experimenta la oruga en su conversión a mariposa. Notemos que el insecto no puede hacer nada para pasar de un estado a otro, de gusano a mariposa; de un animal que ni siquiera se puede reproducir, y se arrastra sobre la tierra, a otro que tiene hermosas y coloridas alas, que vuela por el aire y tiene capacidad de reproducirse. La clave está en la molécula del ADN. Es la molécula del ADN la que contiene el programa biológico, las instrucciones genéticas, en fin, toda la información necesaria para transformar las moléculas y estructuras de un tipo a otro. De igual manera, es la Palabra de Dios, cuando se recibe en forma pura y sana, en un corazón fértil, la que nos transforma.

La lectura y estudio de la Palabra de Dios en forma consistente y sistemática, desde Génesis a Apocalipsis, en la vida del creyente, es clave para una vida fructífera y victoriosa. Por supuesto que eso requiere tiempo de estudio y preparación para el que enseña; pero es una gran inversión. El pueblo de Dios necesita más que leche. La leche es buena para los recién nacidos, pero no basta para el crecimiento y la madurez del individuo. Para crecer se necesita carne, el alimento sólido y nutritivo, el de las Sagradas Escrituras.

Es mi deseo y oración, pues, que las citas Bíblicas, y los ejemplos sacados de las Escrituras mismas, las experiencias personales, y las meditaciones que compartimos en este libro, le ayudarán a apreciar, y le estimularán, a buscar día a día, el precioso consejo de Dios para su vida personal. Y a aquellos que tienen responsabilidad sobre un rebaño, a alimentarlo fielmente.


LA URGENCIA DEL EVANGELIO

Hombres y mujeres por todo el mundo caminan sin rumbo, o hacia una meta engañosa, ciegamente dirigidos a un destino eterno peor de lo que puedan sospechar. Cuántas vidas reflejan caos, o son expresiones de vacía arrogancia o vanidad. Y cuántos de nosotros ¡hemos caminado por allí!

Muchos siguen ahí por rechazar el señorío de Jesús, prefiriendo seguir su propio camino. Otros, sintiendo indignación ante la exclusividad y devoción demandada por Jesús, la puerta estrecha, la senda angosta; ofendidos y considerando tener una mayor justicia, le dan la espalda. Pero cientos, aun miles de millones de seres humanos, van por dicha senda porque todavía no han escuchado, todavía no han oído, nadie les ha dicho que “Todo aquel que invoque el nombre del Señor será salvo.”

“¿Cómo, pues, invocarán a aquel en quien no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique?¿Y cómo predicarán si no son enviados? Tal como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian el evangelio del bien!” Romanos 10:13-15

La necesidad de proclamar el camino de salvación eterna a toda criatura es ¡urgente!, y más ahora que la población de la tierra ha crecido exponencialmente, y el tiempo se acaba: El regreso del Señor está cercano. Las señales de su venida, predichas en la Escritura, abundan.

Claro, hay burladores; y no nos sorprendamos de ello, ni mucho menos caminemos en su cinismo e incredulidad. Pedro escribió: “Ante todo, sabed esto; que en los últimos días vendrán burladores, con su sarcasmo, siguiendo sus propias pasiones, y diciendo: ¿Dónde está la promesa de su venida?...” II Pedro 3:3-4

Se necesita cerrar los ojos ante la crisis que abraza nuestro mundo, crisis que cada vez alcanza mayores proporciones apocalípticas, para no darse cuenta de los tiempos en que vivimos, y su correlación con las profecías de la Biblia.

Entre los ejemplos de las señales anunciadas hace dos mil años, tenemos las hambrunas en África, que han dejado millones de muertos en los últimos años; plagas como el SIDA, que han cobrado la vida de millones; virus letales como la influenza aviaria y otros que, si no se mantienen bajo control, si es que se puede, en un abrir y cerrar de ojos se convierten en pandemias que sacrifican millones más.

Además están las catástrofes naturales, que en nuestros tiempos han alcanzado proporciones, y destrucciones, gigantes. El huracán Katrina que azotó la zona del golfo en los Estados Unidos, el 29 de agosto del 2005, dejó más de mil quinientos muertos, destruyendo completamente la ciudad de Nueva Orleáns, causando el éxodo de cientos de miles de sus habitantes, y convirtiéndose en la peor catástrofe natural del país. El Tsunami que arrasó comunidades enteras el 25 de diciembre del 2004, cobró nada menos que 300,000 vidas en Indonesia y países vecinos. También podemos mencionar innumerables terremotos que se han llevado la vida de miles de personas alrededor del mundo.

Y por supuesto, las guerras, mencionadas por el Señor Jesús entre las señales que marcan el comienzo de los ‘dolores de parto’. Ya han pasado, aproximadamente, cien años desde la primera guerra mundial; y muchas han ocurrido desde entonces, incluyendo la segunda guerra mundial en el siglo XX, y la de Irak, Afganistán y otros lugares en el siglo XXI.

Es evidente el potencial apocalíptico del conflicto que se ha levantado entre millones de musulmanes extremistas, y los Estados Unidos y otras naciones occidentales; conflicto que ha alcanzado nuevos niveles de destrucción. Si el mundo estaba adormecido ante la crisis que fermentaba, tuvo rudo despertar el 11 de septiembre del 2001, cuando tres mil personas murieron en un instante en el ataque a las Torres Gemelas de Nueva York.

El potencial pleno y latente de ataques biológicos y nucleares, con consecuencias inimaginables, es una bomba de tiempo a punto de estallar. Los extremistas musulmanes cuentan hoy con los recursos tecnológicos y económicos necesarios. Ellos están dispuestos hasta sacrificar sus vidas en ataques suicidas, tal como ya lo han demostrado, embriagados por un fanatismo religioso, entregados a su mal llamada guerra santa, o ‘jihad’, ... ¡hasta la muerte!

Los militantes musulmanes desean anihilar la nación de Israel, aterrorizar y causar millones de muertes en el mundo occidental, y destruir todo, y a todo aquel que no se doblegue a su religión; la cual desean imponer a la fuerza, si es necesario, en todo el mundo. Basta leer las declaraciones de Mahmoud Ahmadinejad, presidente de Irán, para entender que no están jugando; sus intenciones son claras.

Hay muchas otras señales que muestran la cercanía de la venida de nuestro Señor. Podemos incluir entre ellas el espíritu de globalización imperante; el desarrollo de la tecnología necesaria para formar una sociedad sin dinero en efectivo; el resurgimiento del Imperio Romano, la Unión Europea; la crisis de Medio Oriente entre Israel y sus vecinos, requiriendo un mediador con astucia y capacidad sobrenaturales; y los preparativos para la construcción del Templo de Israel, el cual será construido de acuerdo a la profecías dadas por el profeta Daniel, y por el mismo Hijo de Dios.

El profeta Ezequiel escribió: “y diles: "Así dice el Señor Dios: He aquí, tomaré a los hijos de Israel de entre las naciones adonde han ido, los recogeré de todas partes y los traeré a su propia tierra. Y haré de ellos una nación en la tierra, en los montes de Israel; un solo rey será rey de todos ellos; nunca más serán dos naciones, y nunca más serán divididos en dos reinos.” Ezequiel 37:21-22

Desde el exilio a Babilonia, en el año 586 a.C., como resultado de su idolatría y desobediencia a Dios, Israel no había sido una nación independiente sino hasta el 14 de mayo de 1948, 2,500 años después, cuando volvió a renacer milagrosamente como nación soberana. Lo asombroso es que los judíos hayan conservado su identidad como pueblo, preservando su religión y tradiciones durante todo el tiempo que estuvieron en el exilio.

“¿Quién ha oído cosa semejante? ¿Quién ha visto tales cosas? ¿Es dado a luz un país en un solo día? ¿Nace una nación toda de una vez? Pues Sion apenas estuvo de parto, dio a luz a sus hijos.” Isaías 66:8

Desde su independencia, judíos de todo el mundo han estado regresando a su tierra, de manera que hoy hay más judíos en Israel que en el resto del mundo.

Ezequiel escribió: “Al cabo de muchos días recibirás órdenes; al fin de los años vendrás a la tierra recuperada de la espada, cuyos habitantes han sido recogidos de muchas naciones en los montes de Israel, que habían sido una desolación continua. Este pueblo fue sacado de entre las naciones y habitan seguros todos ellos.” Ezequiel 38:8

Un día cercano Jesús regresará para reinar sobre la tierra por mil años. Pero, de acuerdo a las profecías, el Señor primero arrebatará su iglesia al cielo, donde estará por siete años antes de regresar con ella a reinar por mil años. Durante esos siete años Dios derramará su juicio, una gran tribulación, sobre todo el mundo. Miles de millones de personas morirán durante ese tiempo.

Al principio de los siete años, un hombre de gran carisma y poder político hará alianza y traerá paz a Israel; pero será una paz temporal y falsa. A la mitad de la Tribulación, después de que haya transcurrido los primeros tres años y medio, este hombre referido como el Anticristo profanará el Templo de Jerusalén, lanzando una terrible persecución en contra de los judíos; persecución como nunca antes la han experimentado.

En su profecía Ezequiel menciona naciones que después del arrebatamiento de la iglesia al cielo, vendrán contra Israel. Entre ellas están Rusia, Turquía, Irán, Libia y Sudán; naciones que ya en nuestro tiempo son antagonistas a Israel.

El escenario está preparado, de un momento a otro el Señor viene por su iglesia. Que Él nos encuentre fieles cumpliendo la misión que nos dejó: “Id, pues, y haced discípulos de todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado; y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.” Mateo 28:19-20

Debemos tomar las Palabras de Jesús y hacerlas nuestras: “Nosotros debemos hacer las obras del que me envió mientras es de día; la noche viene cuando nadie puede trabajar.” Juan 9:4.

Jesús, en obediencia al Padre, con urgencia recorría los caminos polvorientos de Galilea, buscando las ovejas perdidas de Israel. Hoy nosotros debemos seguir los pasos de nuestro Maestro, obedecer su voz, y recorrer el mundo, buscando sus ovejas perdidas. El llamado es para hoy, la comisión es para hoy. Necesitamos tener compasión por los que no han escuchado. Necesitamos sentir el amor del Padre por su hijo pródigo. Necesitamos oír el latir del corazón del Buen Pastor que anda en busca de su oveja perdida.

El mandato es proclamar el evangelio en “Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra.” Hechos 1:8. Debemos llevar el mensaje de vida a nuestra ciudad, y más allá; por toda nuestra provincia, y más allá; por todo el país, y más allá; hasta los lugares ¡más remotos y lejanos del planeta!

Debemos obedecer la gran comisión dada por nuestro Señor porque a Él le servimos. Él es nuestro Señor, y Él nos ha ordenado hacerlo.


ESTABLECIENDO LA BASE

Si bien es cierto que muchos lugares proclaman el evangelio de salvación por fe en sus cultos semanales, desgraciadamente muchos otros lo contaminan. A muchos de ellos, las palabras plasmadas por el apóstol Pablo en su carta a las iglesias de Galacia, se aplican:

“Me maravillo que tan pronto hayáis abandonado al que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente;

que en realidad no es otro evangelio, sólo que hay algunos que os perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo.

Pero si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciara otro evangelio contrario al que os hemos anunciado, sea anatema.” Gálatas 1:6-8

“¡Oh, gálatas insensatos! ¿Quién os ha fascinado a vosotros, ante cuyos ojos Jesucristo fue presentado públicamente como crucificado?

Esto es lo único que quiero averiguar de vosotros: ¿recibisteis el Espíritu por las obras de la ley, o por el oír con fe?

¿Tan insensatos sois? Habiendo comenzado por el Espíritu, ¿vais a terminar por la carne?...

Aquel, pues, que os suministra el Espíritu y hace milagros entre vosotros, ¿lo hace por las obras de la ley o por el oír con fe?

Así Abraham creyó a Dios y le fue contado como justicia.

Por consiguiente, sabed que los que son de fe, éstos son hijos de Abraham.”

Gálatas 3:1-9

Aprovecho, pues, antes de entrar al tema medular de este libro, a compartir algunas líneas sobre el contenido de este precioso evangelio, esta preciosa salvación. Lo hago por aquella persona que tal vez nunca ha recibido una fundación sólida; o por aquel que tal vez ha permitido que los dardos venenosos del enemigo, quien se disfraza como ángel de luz, lo hayan desviado de la simplicidad del evangelio.

La salvación que Dios nos ha dado se recibe cuando una persona habiendo escuchado, cree en el mensaje y se arrepiente de sus pecados, poniendo su fe en Jesús.

En Marcos 1:14-15 leemos que “después que Juan había sido encarcelado, Jesús vino a Galilea proclamando el evangelio de Dios, y diciendo: El tiempo se ha cumplido y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos y creed en el evangelio.”

Claro, hay cuatro ‘evangelios’ en el sentido que Mateo, Marcos, Lucas y Juan escribieron sobre la vida, palabras y obra de Jesús en la tierra. Pero hay un solo ‘evangelio’; es decir, un mensaje único que declara que la deuda que nosotros no podíamos pagar, la ha pagado Dios por nosotros; para que todo aquel que acepte a Jesús como Señor y Salvador de sus vidas, reciba la adopción como hijos de Dios, y vida eterna. Esa vida se recibe en este mundo por fe; y ésas son ¡buenas noticias!, que es precisamente lo que significa la palabra ‘evangelio’.

Si para ser salvos necesitáramos cumplir toda la ley de Dios a la perfección, si Cristo no hubiera pagado por nuestros pecados en el Calvario, no sería buena noticia. Si Cristo sólo vino a mostrarnos su perfección, y a demandar que lo imitemos intachablemente para poder entrar al reino de los cielos, sin ofrecernos otro camino alcanzable por nosotros, sería muy mala noticia: Quedaríamos separados de toda esperanza y salvación, echados de la presencia de Dios para toda la eternidad.

La salvación es por fe. La fe que salva descansa exclusivamente en el sacrificio perfecto que el Cordero Sin Mancha hizo en la cruz. Fue en el Calvario donde la Justicia Divina fue satisfecha. Únicamente el pago que hizo el Hijo de Dios por nuestras deudas es el aceptable y completo.

Antes de entregar su espíritu, Jesús exclamó: “¡Consumado es!” Juan 19:30. La palabra usada en el griego, idioma en que fue escrito el Nuevo Testamento, es ‘Tetelestai’; la misma que se ponía como sello en las transacciones comerciales de ese tiempo, cuando una cuenta era totalmente cancelada. Y si la cuenta es totalmente cancelada, si el pago es aceptable, no hay necesidad de pagar más.

En otras palabras, el cristiano es libre. El cristiano ya no tiene que andar aplastado y desesperado por la culpa de sus pecados. Hemos sido absueltos, declarados solventes; y ahora vivimos agradecidos a Dios. Le servimos, no para pagar por nuestros pecados, sino como fruto de nuestro agradecimiento y amor a Dios. Nuestras obras son resultado de una fe viva, no un pago para obtener nuestra salvación.

Pensar que nosotros con nuestros propios esfuerzos, podemos llegar a pagar la deuda eterna y ser aceptables a Dios, es muy equivocado. Sería equivalente a pensar que la obra de Jesús en el Calvario no fue suficiente, y que nuestras obras sí lo pueden ser; sería ¡un error fatal!

Claro, las obras que hagamos de acuerdo a la voluntad de Dios, nos traerán recompensas; pero no nos compran la salvación. El apóstol Pablo dijo: “Porque por gracia habéis sido salvados por medio de la fe, y esto no de vosotros, sino que es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe.” Efesios 2:8-9. Gracia es un término que expresa el favor de Dios que no merecemos, beneficios que recibimos por el pago que hizo Jesús en la cruz. Gracia es un regalo; no se obtiene por medio de nuestras obras, sino ya no sería por gracia sino por obras. Y si la salvación fuera por obras, ya no sería por gracia; sería entonces un pago, no un regalo o favor de Dios.


LA URGENCIA DEL CONSEJO DE DIOS

En una ocasión salí a correr con un amigo, quien aunque en su juventud había sido atleta levantando pesas, no solía correr. Al principio él arrancó con paso rápido, por lo que le pregunté: “¿Quieres cansarte pronto, o deseas terminar la carrera?” Entendió mi comentario y redujo su paso. Ambos terminamos después de cincuenta minutos de ejercicio. Nos sentimos muy bien, sobretodo porque habíamos llegado a nuestra meta. De eso se trata la carrera del cristiano, de llegar a la meta. No sirve de mucho empezar bien si uno se queda en medio camino.

Entendemos que el evangelio es la semilla celestial que produce vida espiritual, un nuevo nacimiento en la familia de Dios. Una persona evangelizada correcta y efectivamente, ha empezado bien. Pero su peregrinaje en la tierra será bastante catastrófico si, después de nacer, carece de alimento adecuado para su sano crecimiento y fortaleza. Es como si preparáramos el equipo y las mejores condiciones para que un bebé nazca saludable; pero luego le dejáramos morir por falta de alimento.

Un cristiano que ignora el consejo de Dios, cae presa fácil del adversario. Si no recibe el alimento y la guía de la Palabra de Dios; su salud, crecimiento, robustez y efectividad espiritual serán afectados; sus batallas terminando en frecuentes derrotas.

No podemos tomarnos el lujo de subestimar la importancia del consejo de Dios en nuestras vidas. Para ilustrar el impacto de su ausencia, consideremos la historia de Amasías, uno de los reyes de Judá en el Antiguo Testamento.

En II Reyes 14 leemos que Amasías era rey de Judá en los días que la nación de Israel estaba dividida en dos: Las diez tribus al norte, referidas como Israel; y la tribu de Judá, al sur.

La Biblia dice que Amasías “hizo lo recto ante los ojos del Señor.” II Reyes 14:3. Qué importante es hacer lo recto no sólo ante los ojos de los hombres, sino ante Dios; pues es a Él a quien un día tendremos que dar cuentas. De nada sirve tratar de impresionar a los hombres. Tal vez podamos engañar a una persona o dos, haciéndoles creer que somos buenas personas, pero a Dios nadie lo engaña.

Las Sagradas Escrituras, que son inspiradas por Dios, declaran que Amasías “hizo lo recto ante los ojos del Señor”. Qué bueno poder recibir la aprobación ¡de Dios mismo!

Ahora bien, la misma Escritura nos informa que si bien Amasías hizo lo recto, no fue a la altura del rey David. El hijo menor de Isaí de Belén, fue un hombre que se hizo poderoso y ganó grandes batallas para Israel. Desde su juventud este héroe de la historia mostró una valentía excepcional; una fe y amor tremendos, probados en el campo de batalla.

Cuando el ejército de Israel era retado por los filisteos y su gigante Goliat, fue David quien expuso la vida. Goliat medía tres metros de altura; su cabeza la llevaba protegida con un casco de bronce; su cuerpo con una malla de bronce que pesaba ciento veinticinco libras; estaba armado de jabalina y una lanza cuya punta de hierro pesaba quince libras, además de llevar consigo a su escudero personal.

“Escogeos un hombre y que venga contra mí. Si es capaz de pelear conmigo y matarme, entonces seremos vuestros siervos; pero si yo lo venzo y lo mato, entonces seréis nuestros siervos y nos serviréis… Hoy desafío a las filas de Israel; dadme un hombre para que luchemos mano a mano.” I Samuel 17:8-10

Ante el reto y presencia intimidantes del gigante filisteo, el rey Saúl y todo Israel “se acobardaron y tuvieron temor.” I Samuel 17:11. Pero no David. Este joven pastor se presentó para pelear contra Goliat. Cuando el Rey Saúl trató de disuadirlo a no pelear, le contestó: “Tu siervo apacentaba las ovejas de su padre, y cuando un león o un oso venía y se llevaba un cordero del rebaño, yo salía tras él, lo atacaba, y lo rescataba de su boca; y cuando se levantaba contra mí, lo tomaba por la quijada, lo hería y lo mataba.

Tu siervo ha matado tanto al león como al oso; y este filisteo incircunciso será como uno de ellos, porque ha desafiado a los escuadrones del Dios viviente.

Y David añadió: El Señor, que me ha librado de las garras del león y de las garras del oso, me librará de la mano de este filisteo.” I Samuel 17:34-37

Al momento del enfrentamiento Goliat se burlaba despectivamente, maldiciendo al joven y pobremente armado contrincante. David respondió: “Tú vienes a mí con espada, lanza y jabalina, pero yo vengo a ti en el nombre del Señor de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has desafiado.

El Señor te entregará hoy en mis manos, y yo te derribaré y te cortaré la cabeza. Y daré hoy los cadáveres del ejército de los filisteos a las aves del cielo y a las fieras de la tierra, para que toda la tierra sepa que hay Dios en Israel, y para que sepa toda esta asamblea que el Señor no libra ni con espada ni con lanza; porque la batalla es del Señor y Él os entregará en nuestras manos.” I Samuel 17:45-47

David mató al filisteo y a miles de los enemigos de Israel, conquistando territorio y fortaleciendo al pueblo de Dios. Desde entonces David ha servido como ejemplo para todas las generaciones; un gran héroe, valiente y aprobado por Dios.

En la historia del pueblo de Dios en el Antiguo Testamento, encontramos hombres que aunque tal vez no fueron tan destacados como David, fueron aprobados por Dios. En nuestros días también encontramos hombres de Dios, hombres aprobados por Dios; tal vez usted es uno de ellos.

Claro, no todos son necesariamente notables como los misioneros David Livingston o Hudson Taylor, o los predicadores Billy Graham, D. L. Moody y Charles Spurgeon; pero si usted hace lo recto ante los ojos de Dios, eso es una gran cosa. Sobretodo si quien así opina de usted es Dios mismo. Y Amasías tenía eso a su favor, “hizo lo recto ante los ojos de Dios”.

La Escritura nos dice que Amazías reinó veintinueve años sobre Judá. Empezó su reino mostrando sabiduría y haciendo justicia, trayendo a cuentas a los asesinos de su padre. Además obró prudentemente, esperando hasta que el reino fuera consolidado en sus manos antes de matar a los asesinos; acción que de otra manera hubiera provocado inestabilidad en su reino.

El joven rey también mostró temor santo y respeto a la ley de Dios, obedeciéndola al no matar a los hijos de los asesinos de su padre, a pesar que esto era contrario a la práctica y recomendación de su tiempo: En esos días hubieran matado a los hijos de los asesinos también, para evitar que éstos en el futuro tomaran represalia.

Adicionalmente, entre sus cualidades Amasías mostró valentía, peleando contra los edomitas y tomando Sela, una ciudad fortificada.

Pero si Amasías empezó bien, lamentablemente no terminó bien. Ante la prosperidad y fortalecimiento de su reino, empezó a ‘sentirse fuerte’, capaz de todo lo que se proponía sin buscar primero el consejo de Dios.

Al norte de Judá, las diez tribus de Israel eran gobernadas por un rey idólatra, Jeoás. El rey Amasías pensó que tal vez era tiempo de volver a hacer de las dos naciones una nación, gobernada por un solo rey, tal como lo fue en el tiempo de David, y su hijo Salomón.

Varios años antes, el corazón del rey Salomón había caído en idolatría, desviado por las esposas paganas que había tomado en sus alianzas con naciones vecinas. Dios castigó a Salomón, dividiendo su reino después de su muerte. Diez tribus pasaron a ser gobernadas por Jeroboam, en lo que se conoció como el reino norte de Israel. La tribu de Judá al sur quedó en manos de su hijo Roboam, quien reinó desde su capital, Jerusalén. Desde ese momento, en el año 931 a.C., hubieron dos reinos, hasta el año 722 a.C. cuando el reino del norte fue derrotado por el enemigo y llevado al exilio. El reino de Judá continuó en existencia hasta el año 586 a.C., cuando fue derrotado y llevado al exilio por Babilonia. Ambos reinos cayeron pues, ante el enemigo, por haberse lanzado a la idolatría, por haber abandonado a Dios y su pacto.

Amasías pensó que era el momento apropiado de traer a cuentas al rey idólatra que gobernaba las diez tribus de Israel, al norte, y unir el reino por la fuerza. Parecía algo loable, una buena idea, pero aun las ‘buenas ideas’ hay que consultarlas primero con Dios. No toda buena idea es la voluntad de Dios. Y si no es su voluntad, es una ¡mala idea! Sobretodo que, el corazón del hombre es malvado; sus intenciones y motivaciones no son siempre buenas.

Ante el reto, Jeoás le contestó a Amasías: “Ciertamente has derrotado a Edom, y tu corazón se ha envanecido. Disfruta tu gloria y quédate en tu casa; pues, ¿por qué quieres provocar el mal de modo que caigas tú y Judá contigo?” II Reyes 14:10. Pero “Amasías no quiso escuchar”; ¡qué triste!

La Biblia dice que “fieles son las heridas del amigo, pero engañosos los besos del enemigo.” Proverbios 27:6. Así es, un verdadero amigo da el consejo oportuno y sincero, aunque ‘duela’; lo hace con amor, motivado por amor, pero lo da pues no desea que su amigo sufra las consecuencias de caminar en el error.

Desafortunadamente muchas personas prefieren tomar una actitud cómoda, dejando que su amigo ande por camino desviado con tal de ‘no ofenderlo’. Sin embargo, Dios en su amor usa a quien quiera, y lo que quiera, para advertir a las personas. De hecho, vemos que Dios usó una mula para hablar y advertir al profeta Balaam. La historia se encuentra en el libro de Números del Antiguo Testamento, del capítulo veintidós en adelante.

También tenemos el ejemplo de Caifás, quien siendo Sumo Sacerdote profetizó que era necesario que una persona muriera para salvar a toda la nación de Israel. Caifás lo dijo con la intención de matar a Jesús. Su pretexto era que de no hacerlo, la conmoción que Jesús estaba produciendo, y las multitudes que estaba atrayendo, causarían que Roma sintiera que la estabilidad y control de la región estaban amenazados, por lo que tomarían cartas en el asunto, aplastando militarmente a la nación de Israel.

Claro, el verdadero motivo de Caifás y los sacerdotes, escribas y fariseos, era celos de Jesús; por esa razón lo querían matar. Las Escrituras dicen sin embargo que Caifás, siendo Sumo Sacerdote, profetizó no de su propia iniciativa sino por la voluntad de Dios. Y es que realmente era necesario que el Cordero Sin Mancha muriera en la cruz por los pecados de Israel y de todo el mundo. El pasaje se encuentra en Juan 12:47-53.

Otro ejemplo es el del Faraón de Egipto, en los días de la cautividad de Israel. Las Escrituras nos dicen que Dios endureció el corazón malvado del Faraón, para mostrar su poder a favor de su pueblo Israel, sacándolos en forma milagrosa a través de plagas y demostraciones sobrenaturales y gloriosas.

Es bueno ser usado por Dios, pero es mejor no sólo ser usado por Él, mas también, y sobretodo, ¡serle agradable! David exclamó en el Salmo 19:10: “Sean gratas las palabras de mi boca y la meditación de mi corazón delante de ti, oh Señor, roca mía y redentor mío.”

Cuando Jesús era bautizado en el Jordán, el Padre exclamó desde los cielos: “Éste es mi Hijo amado en quien me he complacido.” Mateo 3:17

Pablo escribió que “Dios es quien obra en vosotros tanto el querer como el hacer, para su beneplácito.” Filipenses 2:13. En la carta de Pablo a los colosenses, leemos que hemos sido creados “por medio de Él, y para Él.” Colosenses 1:16

Dios puede usar a quien quiera, y lo que quiera para advertirnos. Si usó una mula para advertir a Balaam; a un religioso malvado, Caifás, para proclamar una verdad eterna; y al Faraón para mostrar su poder; Dios puede usar hasta nuestros enemigos para decirnos cosas que tal vez nuestros amigos no se atreven a decirnos.

Aquellos que parecen ser nuestros enemigos, son a veces los más dispuestos a decirnos nuestros defectos y errores: Nosotros, con la luz y discernimiento del Espíritu Santo, podemos aprender de ello.

Amasías, desafortunadamente, no quiso considerar consejo ni buscar a Dios. El resultado fue desastroso: “Judá fue derrotado por Israel… Jeoás, rey de Israel, capturó a Amasías, rey de Judá… y vino a Jerusalén y derribó la muralla de Jerusalén desde la puerta de Efraín hasta la puerta del Ángulo, cuatrocientos codos (es decir, 200 metros de muralla)… y tomó todo el oro, la plata y todos los utensilios que se encontraban en la casa del Señor y en los tesoros de la casa del rey, también los rehenes…” II Reyes 14:12-14

La muralla representa la defensa de la ciudad. Y precisamente, al derrumbar la muralla, el enemigo pudo entrar y saquear los tesoros del pueblo de Dios. De igual manera si nosotros como pastores, maestros, padres, madres, o amigos, no buscamos el consejo de Dios en nuestras decisiones, nos abrimos a que el enemigo venga y destruya la muralla, entrando y tomando los tesoros del pueblo de Dios; robando el gozo, la paz, la armonía; lastimando y destruyendo a las ovejas del rebaño. Si nosotros como padres o madres, no buscamos la guía de Dios, exponemos a nuestros hijos al desastre que el maligno trae, pues “el ladrón sólo viene para robar y matar y destruir…” Juan 10:10

Todo depende de a quién decidimos oír, qué consejo buscamos, o a quién seguimos. U oímos a Satanás, el príncipe de este mundo; o al “Admirable Consejero, Dios Poderoso, Padre Eterno, Príncipe de Paz.” Isaías 9:6

Debemos, pues, buscar a Dios cuando hacemos decisiones; ya sea si se trata de trasladarnos a otra ciudad, o de aceptar un nuevo trabajo, seleccionar una carrera, escoger una pareja para casarse, o cualquier otra decisión en nuestras vidas.

Si queremos terminar bien nuestra carrera, necesitamos buscar el consejo de Dios en todas nuestras decisiones. El no hacerlo probará ser muy costoso, tal como lo pudo experimentar Amasías, y tal como lo han podido verificar muchos otros a través de la historia del pueblo de Dios.


LA PALABRA DE DIOS

Estamos en guerra, dice el apóstol Pablo; declarando que debemos estar bien preparados si no queremos ser destruidos por el enemigo: “Fortaleceos en el Señor y en le poder de su fuerza. Revestíos con toda la armadura de Dios para que podáis estar firmes contra las insidias del diablo.

Porque nuestra lucha no es contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los poderes de este mundo de tinieblas, contra las huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.” Efesios 6:10-13

La exhortación es a estar fuertes, a revestirnos de toda la armadura de Dios para resistir al diablo, para estar firme contra sus insidias, para resistir sus estrategias y planes.

Pedro nos advierte: “Sed de espíritu sobrio, estad alerta. Vuestro adversario, el diablo, anda al acecho como león rugiente, buscando a quien devorar.” I Pedro 5:8

Tenemos un enemigo formidable, un adversario decidido a destruirnos. Pedro compara a Satanás con un león rugiente; una bestia salvaje, con dientes y colmillos; con agilidad y fuerza destructivas; al acecho, merodeando, ansioso por agarrar su presa para devorarla. Debemos estar alertas para no caer en sus garras.

Es interesante que la advertencia de Pedro a estar despiertos y alertas, viene después de las siguientes palabras que dirige a los ancianos de la iglesia: “A los ancianos entre vosotros, exhorto yo, anciano como ellos y testigo de los padecimientos de Cristo, y también participante de la gloria que ha de ser revelada: Pastoread el rebaño de Dios entre vosotros, velando por él, no por obligación, sino voluntariamente, como quiere Dios; no por la avaricia del dinero, sino con sincero deseo.” I Pedro 5:1-2

Pedro exhorta a los ancianos a pastorear el rebaño, es decir, a alimentarlo. Y también a velar por él; velar por que el rebaño reciba la Palabra pura, la buena doctrina; velar por que no sea llevado por corrientes destructoras, contrarias a la verdad y al amor de Dios.

Hoy en día hay muchos que predican por amor al dinero; su ministerio no es compartir la Palabra de Dios, alimentar y velar por las ovejas, sino más bien obtener dinero; pastores que en lugar de alimentar, se comen a las ovejas.

La Palabra de Dios es más preciosa que el oro; un arma vital en la batalla espiritual por nuestras almas y destino eterno. En el Salmo 119:24 leemos: “Tus testimonios son mi deleite; ellos son mis consejeros”. Cuando viene alguna persona a buscar consejo, yo le expreso que mi consejo no sirve; yo mismo necesito consejo en mi vida. Pero luego añado que si bien yo no soy fuente de consejo, sé donde encontrar el consejo perfecto. Lo llevo entonces a la Palabra de Dios, en donde sacamos el consejo divino y la sabiduría perfecta para su situación.

La Palabra de Dios es además un arma poderosa contra el pecado. El salmista escribió: “En mi corazón he atesorado tu palabra, para no pecar contra ti.” Salmo 119:11

Si leemos y meditamos en la Palabra de Dios con el corazón abierto, buscando de Dios; nos deleitaremos en ella y la llegaremos a atesorar, obteniendo así ganancia y protección eternas.

El salmista escribió: “Mejor es para mí la ley de tu boca que millares de piezas de oro y de plata.” Salmo 119:72

“¡Cuán dulce son a mi paladar tus palabras!, más que la miel a mi boca.” Salmo 119:103

“Tus testimonios he tomado como herencia para siempre, porque son el gozo de mi corazón.” Salmo 119:111

“Es muy pura tu palabra, y tu siervo la ama.” Salmo 119: 140

Debemos leer y memorizar la Palabra de Dios, de manera que cuando venga una situación o tentación, que vienen todo el tiempo, tengamos la Palabra en nuestro corazón. El Espíritu Santo la traerá entonces a nuestra mente, para nosotros poder usarla como espada contra el enemigo, y así no caer en sus manos.

Cuando el Señor Jesús era tentado en el desierto, en las tres ocasiones que Satanás lo abordó, nuestro Señor le respondió con las Escrituras: “Escrito está” respondía Jesús, citando luego algún pasaje de la Palabra de Dios que desbarataba el ataque enemigo. La Biblia dice que “el diablo entonces le dejó; y he aquí, ángeles vinieron y le servían.”

Ahora bien, si Dios nos habla a través de su Palabra, es importante reconocer que también puede usar, y usa, otros medios. Joel profetizó que Dios derramaría su Espíritu Santo sobre los gentiles, diciendo: “Vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán, vuestros ancianos soñarán sueños, vuestros jóvenes verán visiones.” Joel 2:28. Desde los días de Pentecostés cuando nació la iglesia con el derramamiento del Espíritu Santo; hombres y mujeres, jóvenes y ancianos por todo el mundo, han recibido visiones y sueños de Dios.

Es importante entender sin embargo, que no todo sueño o visión es de Dios. A veces son resultado de una ¡cena abundante!, o tal vez de nuestra imaginación, o de nuestro estado emocional. Otras veces son parte de la imaginación y esquema manipulador de parte de otras personas.

La tarea requerida antes que el contenido de un sueño sea digno de aprobación, es la de evaluarlo a la luz de las Escrituras. Ella es el lente a través del cual se debe ver; el filtro por el cual debe pasar; la base de referencia que debemos usar para determinar su validez.

Si un sueño o visión no armoniza con las Escrituras, entonces no es del Señor: Dios ¡no se contradice a sí mismo!

Lamentablemente, demasiadas personas le dan más peso, y tienen mayor interés en sueños y visiones, que en la Palabra de Dios. El profeta Jeremías escribió “El profeta que tenga un sueño, que cuente su sueño, pero el que tenga mi palabra, que hable mi palabra con fidelidad. ¿Qué tiene que ver la paja con el grano – declara el Señor. ¿No es mi palabra como fuego – declara el Señor – y como martillo que despedaza la roca?” Jeremías 23:28-29

En los días de Jeremías muchos profetizaban y proclamaban sus sueños, pero no eran enviados por Dios. “He oído lo que dicen los profetas que profetizan mentira en mi nombre, diciendo: “¡He tenido un sueño, he tenido un sueño!” ¿Hasta cuándo? ¿Qué hay en los corazones de los profetas que profetizan la mentira, de los profetas que proclaman el engaño de su corazón…?” Jeremías 23:25-26

Recuerdo una ocasión en que visitaba con mi familia cierto país de Latino América. Un domingo cuando iba entrando al templo antes del culto dominical, un siervo me miró fijamente declarando “El Señor dice que dejes tu carro acá, el Señor dice que dejes tu carro acá.” Habló con autoridad.

Durante todo el servicio yo meditaba en lo que me había dicho esa persona. Oraba a Dios que me confirmara si realmente el hombre había hablado de parte de Dios, o si era fruto de su imaginación. Cuando se terminó el servicio e íbamos saliendo, el hombre me volvió a decir: “El Señor dice que dejes tu carro acá.” Mirándolo fijamente, le dije: “¿Está seguro que habla de parte de Dios? Me dice que Dios le ha dicho. Pero, ¿está seguro? Esta mañana, antes de venir a la iglesia, estudiaba en el Antiguo Testamento donde Dios se quejaba de las personas que hablan en su nombre cuando Dios no los ha enviado. Si Dios no le ha enviado, ¡no use su Nombre en vano!”

Al oír mis palabras y la solemnidad con que se las declaré, sintió temor. Sólo me respondió: “Dios le va a usar mucho en mi país, hermano.” Ya no me dijo nada sobre el carro. Obviamente no era del Señor lo que había hablado. Motivado por su propia idea, sentimientos o imaginación, me había hecho una declaración personal, hablando equivocadamente en nombre de Dios.

Y cuántas personas caen en manos de hombres y mujeres que no son tan temerosos de Dios, pues hablan en el nombre de Dios cuando no han sido enviados por Él. Algunos dicen: “Jovencita, Dios me ha revelado por sueños que tú serás mi esposa.” Y la hermosa pero ingenua jovencita, cae en manos del viejo líder espiritual que se aprovecha de su autoridad.

Es la Palabra de Dios la que quebranta el corazón duro. Es la Palabra de Dios que como fuego quema la hojarasca de los planes y decisiones vanas del hombre, de manera que sólo lo que es de Dios permanece.

Es la Palabra de Dios la que derrumba la plataforma de razones falsas, incapaces de resistir el peso de la verdad. La Escritura es la herramienta espiritual que remueve la máscara que encubre los verdaderos motivos, las verdaderas intenciones del corazón:“Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que cualquier espada de dos filos; penetra hasta la división del alma y del espíritu, de la coyuntura y los tuétanos, y es poderosa para discernir los pensamientos y las intenciones del corazón.” Hebreos 4:12

La Palabra de Dios además de ser guía para nuestras vidas, nos limpia. El Señor dijo: “Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador. Todo sarmiento que en mí no da fruto, lo quita; y todo el que da fruto, lo poda para que dé más fruto. Vosotros ya estáis limpios por la palabra que os he hablado.” Juan 15:1-3

La Palabra de Dios nos revela el carácter de Dios, su luz, pureza, integridad y justicia. Al ser expuestos a su palabra, entendemos qué cosas no son buenas, qué cosas debemos abandonar o dejar de hacer con la ayuda del Espíritu Santo: Vemos ahí ¡el efecto limpiador de la Palabra!

La Palabra es esencial para poder pedir lo que es agradable al Padre, y que por lo tanto será concedido. En Juan 15:7 el Señor declaró: “Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y os será hecho.”

Si queremos dar fruto es necesario chupar la savia que fluye por el tronco al cual estamos unidos. Si queremos dar fruto debemos estar unidos a Cristo, tomando de su Palabra. No basta oírla, es necesario asimilarla, recibirla y obedecerla.

Es como si uno fuera a una cafetería o restaurante donde le ofrecen varios platillos de comida, todos muy sabrosos. Usted va todos los días a dicho lugar; observa y admira los alimentos, percibe su agradable aroma y exquisita presentación; pero si no los come, de nada le sirve. Después de varios días de hacer lo mismo, usted caerá al suelo, debilitado por no haberse alimentado de la Palabra. Eso refleja precisamente su condición espiritual si usted va a la iglesia pero no oye; o si sólo oye, pero sin recibir en su corazón y obedecer la Palabra de Dios. Es como una rama pegada superficialmente al tronco, pero sin estar conectada con él. El Señor dijo que toda persona que no permanece en Él “es echado fuera como un sarmiento y se seca; y los recogen, los echan al fuego y se queman.” Juan 15:6

“Escrito está: No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.” Mateo 4:4. Sin el alimento de la Palabra de Dios, el espíritu se debilita y no puede hacer frente a los retos del día. Note que la Escritura dice “de toda palabra que sale de la boca de Dios”; no de algunas palabras, sino de toda la Palabra de Dios, del consejo completo de las Escrituras.


NO SON LEYENDAS

Hay personas que piensan que las historias del Antiguo Testamento en el libro de Génesis son leyendas; historietas que sirven para ilustrar ciertas enseñanzas, pero que no deben tomarse literalmente. Ellos nos creen que Dios haya creado el universo en seis días, o que Adán fuera creado por la Palabra de Dios, como un ser inteligente, completo y perfectamente desarrollado. Según ellos, el Diluvio Universal sólo fue una inundación local; y Abraham, una figura simbólica que probablemente no existió.

Un día antes de dar un mensaje sobre la importancia de la Palabra de Dios, se me acercó un hombre diciéndome: “Yo no creo que la Biblia sea la Palabra de Dios; sólo que contiene la Palabra de Dios”. El problema de esa posición es que prácticamente anula la utilidad de la Biblia. ¿Cómo sabríamos qué parte de la Biblia es inspirada, y qué parte no lo es? Y si tuviera error, ¿cómo sabríamos qué partes contienen error? ¿Cómo sabríamos qué sección aceptar como guía para nuestras vidas, y cuál descartar? Nosotros seríamos los jueces de la Palabra de Dios, en lugar que la Palabra fuera nuestra juez; nosotros estaríamos por encima de ella.

En el Salmo 119:160 el autor, inspirado por el Espíritu Santo, declara: “La suma de tu palabra es verdad, y cada una de tus justas ordenanzas es eterna”. Notemos que la suma, la totalidad de la Palabra de Dios, es verdad. Si las Escrituras tuvieran error, no serían confiables. Sería equivalente a usar una cadena defectuosa para sostenernos ante un gran precipicio: Si un eslabón es débil, ¡no sirve! La cadena sería engañosa y fatal; mejor no contar con ella.

El salmista declara que las ordenanzas de Dios, cada una de ellas, son eternas; no pueden ser revocadas al capricho del hombre, mas han de cumplirse. No, Génesis no es un conjunto de ilustraciones inventadas; o los mandamientos de Dios, sugerencias que podemos ignorar sin consecuencias; o las profecías de Dios, palabras irrelevantes. Jesús dijo: “…en verdad os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, no se perderá ni la letra más pequeña ni una tilde de la ley, hasta que toda se cumpla.” Y, “El cielo y la tierra pasarán, mas mis palabras no pasarán.” Mateo 5:18, 24:35

Es cierto que hay lenguaje poético y simbólico en la Biblia, su contexto lo muestra claramente. Tal es el caso del Salmo 119:103 cuando declara: “¡Cuán dulces son a mi paladar tus palabras!, más que la miel a mi boca.” El salmista está haciendo una comparación, indicando que si bien la miel es muy especial entre los alimentos, suprema por su dulzura y sabor; la Palabra de Dios lo es más para su vida.

Ahora bien, cuando la Biblia registra hechos históricos, los debemos tomar literalmente. Los evangelios narran los milagros que hizo Jesús. Éstos deben tomarse literalmente pues, aunque desafíen la mente, son hechos históricos; ocurrieron y muestran el poder y la compasión de Dios hacia nosotros. De la misma manera podemos, y debemos creer, la historia de la creación narrada en el libro de Génesis como historia fidedigna; el contexto así lo indica.

Algunos, ignorando las bases religiosas de la hipótesis de evolución, creen equivocadamente que ésta ha sido comprobada científicamente. Haciendo un compromiso entre la Biblia y la ciencia, ellos abrazan evolución teísta, el concepto de que Dios creó el universo y la vida mediante procesos evolutivos, a lo largo de miles de millones de años. No puedo culparles; muchos de nosotros hemos sido indoctrinados, influenciados durante nuestro periodo escolar y universitario a pensar así, sin habérsenos ofrecido la invitación y oportunidad de evaluar críticamente dicha filosofía. Lamentablemente, ése es un error con graves ramificaciones.

Afortunadamente, cada vez es mayor el número de científicos, de varias disciplinas académicas, que han considerado seria y sobriamente las premisas de evolución, evaluándola a la luz de la ciencia y concluyendo categóricamente que es una hipótesis en bancarrota y sin comprobar.

Los que han hecho una investigación sobre la historia de evolucionismo, han descubierto también las bases políticas y religiosas que impulsaron este movimiento en los siglos XVIII, XIX y XX. El Dr. Henry Morris, fundador del movimiento creacionista moderno, fue un gran siervo de Dios que manteniéndose fiel a las Sagradas Escritura, y utilizando su excelente preparación y capacidad académica y científica, motivó a muchos científicos en todo el mundo a considerar apropiadamente el tema y sus implicaciones sociales y espirituales.

Jesucristo dijo a los saduceos que no creían en la resurrección: “Estáis equivocados por no comprender las Escrituras ni el poder de Dios.” Mateo 22:29. Dios es poderoso para crear el universo en seis días. Y de hecho, es poderoso para resucitar nuestros cuerpos en un abrir y cerrar de ojos cuando venga por su iglesia. No, no necesitará millones de años para tomar el polvo y volver a recrearnos.

En I Corintios 15:51-52 el apóstol Pablo le dice a la iglesia que estaba en Corinto: “He aquí, os digo un misterio: no todos dormiremos, pero todos seremos transformados en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la trompeta final; pues la trompeta sonará y los muertos resucitarán incorruptibles, y nosotros seremos transformados.”

El mundo jamás ha visto evolución; nadie ha visto reptiles transformarse en aves. ¿Cómo pueden cambios accidentales sucesivos ser complementarios, llegando a formar sistemas tan complejos como el de la vista, o el circulatorio, o el cerebro humano; sistemas que tienen funcionalidad y propósito específicos dentro de la especie en que aparecen? La evidencia es clara, pregúntele a cualquier médico, o visite un hospital donde nacen niños, o donde tratan a víctimas de accidentes nucleares: Las mutaciones genéticas no generan cambios evolutivos, sino degeneración.

Lo que el mundo experimenta no es evolución, sino extinción de especies. Los adeptos a la hipótesis de evolución la tienen que abrazar por fe, pues la evidencia concreta no existe: Una hipótesis que en lugar de descansar en hechos analizados objetivamente, descansa en el prejuicio de preferencias filosóficas, no puede tildarse de científica.

Similitud entre especies no es prueba de que una evolucionó de la otra; sino de un Creador que diseñó elementos similares para funciones similares en especies distintas. Es cierto que, para aceptar que el mundo fue creado por la Palabra de Dios se requiere fe también; pero la evidencia que nos rodea da testimonio que el orden complejo, el diseño del universo y la vida en la tierra, requirieron un Creador: ¡No pudieron resultar de procesos accidentales y las propiedades inherentes de la materia!

Nadie ha visto evolución jamás, sin embargo, multitudes presenciaron hace dos mil años el poder creador de Dios cuando Jesús transformó el agua en vino en las bodas de Canán, cuando multiplicó pan y peces en dos ocasiones, y cuando resucitó a Lázaro de la muerte.

El propósito de este libro no es cubrir a fondo el tema de creacionismo y evolucionismo, pero queremos dejar claro que si alguien duda la realidad histórica de la creación del universo narrada en Génesis, porque supuestamente la ciencia moderna la ha desacreditado, necesita hacer una investigación más completa. Hay muy buenos libros que se han escrito sobre el tema, presentándolo a la luz de la ciencia y a la luz de las Escrituras.

Los profetas del Antiguo Testamento, los apóstoles y Jesús mismo reconocieron la integridad de las Escrituras. Si dudamos de Génesis, donde están los fundamentos que revelan el origen de la vida, del matrimonio, la familia, el pecado, la muerte, y el plan de Dios para traer salvación a la humanidad, dudaremos del resto de la Biblia. Si el fundamento y las columnas se desmoronan, ¡el resto del edificio se desmorona! Si la muerte no es castigo del pecado, sino parte del proceso natural que existía antes de que Adán y Eva pecaran, un proceso que ayudó a filtrar las especies débiles, y producir las más fuertes y desarrolladas, entonces el pecado no existe, ni tampoco el infierno; y todo lo demás en la Biblia son cuentos.

Jesús dijo: “Si creyerais a Moisés, me creeríais a mí, porque de mí escribió él.” Juan 5:46

En Proverbios 30:5-6 leemos: “Probada es toda palabra de Dios; Él es escudo para los que en Él se refugian. No añadas a sus palabras, no sea que Él te reprenda y seas hallado mentiroso.”

 El apóstol Pedro dijo en su segunda carta: “Considerad la paciencia de nuestro Señor como salvación, tal como os escribió también nuestro amado hermano Pablo, según la sabiduría que le fue dada. Asimismo en todas sus cartas habla en ellas de esto; en las cuales hay algunas cosas difíciles de entender, que los ignorantes e inestables tuercen- como también tuercen el resto de las Escrituras- para su propia perdición. Por tanto, amados, sabiendo esto de antemano, estad en guardia, no sea que arrastrados por el error de hombres libertinos, caigáis de vuestra firmeza.” II Pedro 3:15-17


TODO EL CONSEJO DE DIOS

El apóstol Pablo al cierre de su tercer viaje misionero en ruta a Jerusalén, pasó por Mileto, desde donde llamó a los ancianos de la iglesia de Éfeso. Pablo sabía, por el Espíritu Santo, que le esperaban cadenas en Jerusalén, y no creía que volvería a ver a los amados siervos de la iglesia de Éfeso. La reunión y despedida fue emotiva; lo podemos leer en el capítulo veinte del libro de Hechos.

Una vez reunido con los ancianos, el apóstol derramó su corazón diciendo: “Vosotros bien sabéis cómo he sido con vosotros todo el tiempo, desde el primer día que estuve en Asia, sirviendo al Señor con toda humildad, y con lágrimas y con pruebas que vinieron sobre mí por causa de las intrigas de los judíos;

cómo no rehuí declarar a vosotros nada que fuera útil, y de enseñaros públicamente y de casa en casa.” Hechos 20:18-20

 Notamos que la vida de Pablo fue una de servicio sacrificado, llevado a cabo con toda humildad, con lágrimas, en medio de todo tipo de pruebas y retos por la fe en Jesús que proclamaba.

Notemos también que Pablo iba de casa en casa, y enseñando públicamente. Es decir, Pablo no sólo predicaba el evangelio de arrepentimiento y fe en Jesús, lo que es muy importante hacer; pero además, a quienes habían recibido a Cristo les enseñaba la Palabra de Dios.

Tal vez alguien le pregunta a usted: “¿Qué libro es el primero que forma la Biblia?” Puede que usted responda: “Sabemos que Génesis es el primer libro de los sesenta y seis que la forman”, lo cual es correcto. Y si le preguntan cuál es el último, tal vez usted responda correctamente de nuevo: “Apocalipsis es el último”. Ahora le pregunto: “¿Cuál de los libros de la Biblia desde Génesis hasta Apocalipsis no es útil?”. “Oh, no, ¡todos son útiles!” me responde. Tiene razón, todos y cada uno de los sesenta y seis libros de la Biblia es inspirado por Dios, y útiles para nuestra edificación.

Tal como escribió Pablo: “Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, equipado para toda buena obra.” II Timoteo 3:16-17

Ahora bien, si usted no lee toda la Escritura; ese libro que usted no lee, ese libro… ¡no es útil para usted! Y si usted enseña la palabra de Dios, pero hay un libro que usted nunca enseña; ese libro… ¿lo considera útil para el rebaño de Dios?

Pablo repite: “no rehuí declarar a vosotros todo el propósito de Dios.” Hechos 20:27. Y tal como he oído decir al Pastor Chuck Smith del sur de California: “La mejor manera de declarar todo el propósito de Dios es enseñando toda la Palabra de Dios”. Esto es algo fundamental para todo cristiano, sobretodo en los tiempos que vivimos.

Pablo le dijo a los ancianos de Éfeso: “Tened cuidado de vosotros y de toda la grey, en medio de la cual el Espíritu Santo os ha hecho obispos para pastorear la iglesia de Dios, la cual Él compró con su propia sangre.

Sé que después de mi partida, vendrán lobos feroces entre vosotros que no perdonarán el rebaño, y que de entre vosotros mismos se levantarán algunos hablando cosas perversas para arrastrar a los discípulos tras ellos.” Hechos 20:28-30

¡Qué tremendo! Pablo exhorta a los ancianos de la iglesia amada donde ministró por más de dos años, a que cuidaran al rebaño, recordándoles que Dios lo compró con su propia sangre. Luego les hace la triste advertencia que, dentro de ellos mismos se levantarían lobos feroces, miembros que aparentando ser del rebaño serían realmente lobos motivados por pasiones egocéntricas; yendo tras posición y seguidores, tratarían de arrastrar a los discípulos tras sí mismos.

Pablo con lágrimas les advierte, y luego los encomienda “a Dios y a la palabra de su gracia, que es poderosa para edificaros y daros la herencia entre todos los santificados.” Hechos 20:32

Notemos que la estrategia de Pablo era encomendarlos a Dios, quien es fiel para proteger nuestras vidas; y a su Palabra, que nos protege del engaño, la astucia y las estrategias de Satanás. Pablo no dijo: “Os encomiendo a Dios, y a este método moderno”. Tampoco dijo: “Os encomiendo a Dios y a esta colección de tradiciones”. Tampoco dijo: “Os encomiendo a Dios, y a esta organización”; ni: “os encomiendo a Dios, y a estas reglas eclesiásticas de la denominación”. Pablo dijo: “Os encomiendo a Dios y a la palabra de su gracia, que es poderosa para edificaros y daros la herencia entre todos los santificados.” Hechos 20:32. Es a través de la Palabra de Dios por medio de la cual trabaja el Espíritu Santo, para edificarnos y darnos herencia entre los santificados.


SIRVIENDO LA COMIDA

Si usted va a un restaurante fino cuyo cocinero es famoso, reconocido por la alta calidad y sabrosura de sus platillos; lo menos que usted desea es que el mesero se meta con la comida. Es decir, usted espera que el mesero le traiga el platillo tan pronto lo haya preparado el Chef, y que se lo sirva en la mesa sin ninguna modificación o alteración. De hecho, la responsabilidad del mesero en un restaurante es servir la comida, sin afectar en forma alguna su integridad o calidad.

Y eso es lo mejor que pueden hacer quienes enseñan la Palabra de Dios: Simplemente exponerla tal como es, sin añadirle ni quitarle; precisamente lo mismo que hicieron los levitas cuando el pueblo de Israel había regresado del exilio de Babilonia.

En el capítulo ocho del libro de Nehemías leemos que el pueblo le pidió al escriba Esdras que “trajera el libro de la ley de Moisés… y leyó en el libro frente a la plaza… desde el amanecer hasta el mediodía, en presencia de hombres y mujeres y de los que podían entender; y los oídos de todo el pueblo estaban atentos al libro de la ley.”

Qué hermoso que el pueblo tenía hambre de conocer la Palabra de Dios; de conocer el pacto que Dios había hecho con ellos; de conocer sus reglamentos, las bendiciones al seguirlo, y las consecuencias y maldiciones por desobedecerlo. Y ese pueblo, con gran respeto se puso de pie tan pronto Esdras abrió el libro de la ley, “entonces Esdras bendijo al Señor, el gran Dios. Y todo el pueblo respondió: ¡Amén, Amén!, mientras alzaban las manos; después se postraron y adoraron al Señor rostro en tierra.”

Muchos del pueblo de Israel que habían regresado del exilio en Babilonia, no hablaban el hebreo, idioma de sus padres; sólo el idioma de sus captores, el arameo. Como la ley de Moisés fue escrita en hebreo, fue necesario entonces traducir al arameo mientras Esdras leía la Palabra de Dios. La Escritura dice que los Levitas “leyeron en el libro de la ley de Dios, traduciéndolo y dándole el sentido para que entendieran la lectura.” Nehemías 8:8

Los levitas tradujeron pues las Escrituras al idioma del pueblo, para que entendiera el texto de lo que se leía. Además, le daban el sentido a lo leído; es decir, lo explicaban para que la gente entendiera su significado. Y eso es tan necesario en la iglesia, el que se enseñe la Palabra de Dios; el que se abran las Escrituras, y se le dé el sentido a lo que se lee, leyéndolo en contexto y explicándolo, aclarando cualquier palabra o circunstancia cultural e histórica, para la correcta y óptima asimilación de la Palabra.

La Biblia es la carta de un Padre que escribe a sus hijos. Tiene enseñanzas específicas y determinadas, que no están sujetas a la interpretación caprichosa de la persona. Pedro escribió: “Ante todo sabed esto, que ninguna profecía de la Escritura es asunto de interpretación personal, pues ninguna profecía fue dada jamás por un acto de voluntad humana, sino que hombres inspirados por el Espíritu Santo hablaron de parte de Dios.” I Pedro 1:20-21

Cuando se lee la Palabra de Dios en ese espíritu, entendiendo que Dios quiere revelarnos verdades eternas que no están sujetas a la interpretación sujetiva de cada quien; y que el Espíritu Santo puede y quiere darnos claramente su significado; entonces hay fruto.

Leemos que el pueblo, después de haber oído la Palabra de Dios debidamente expuesta y explicada, “se fue a comer, a beber, a mandar porciones y a celebrar una gran fiesta, porque comprendieron las palabras que les habían enseñado.” Nehemías 8:12. Hubo pues, ¡gran gozo! El fruto de poder entender la Palabra de Dios, recibida con temor y respeto.

Al estudiar la Biblia es importante reconocer que ella misma es su mejor explicador y máxima autoridad. Se debe leer en contexto, no agarrando unos versículos sin entender de dónde salieron y en qué circunstancias fueron declarados. Es importante leer y considerar lo leído, entendiendo qué se está diciendo, qué significa y cómo se aplica a nuestras vidas. Cuando se considera alguna doctrina o el significado de algún versículo bíblico o pasaje, se debe recordar que Dios no se contradice a sí mismo. Es necesario pues, comparar escritura con escritura, asegurándose que el significado abrazado no contradice ninguna otra escritura.

Un diccionario para ayudar a entender el significado de las palabras es útil. Una concordancia para buscar otros pasajes donde alguna palabra de interés es usada, es de gran ayuda, pudiendo arrojar mayor luz de su significado a través de los pasajes en que se utiliza. Un diccionario bíblico también es de mucha ayuda, pues permite conocer circunstancias históricas y culturales que son de gran asistencia para entender mejor la narración bíblica. Y sobre todo, se necesita la ayuda del Espíritu Santo, a quien Dios nos ha enviado para abrir nuestro entendimiento y entender Su Palabra. Sin Él no podemos entenderla.

Tal como escribió Pablo: “Y nosotros hemos recibido, no el espíritu del mundo, sino el Espíritu que viene de Dios, para que conozcamos lo que Dios nos ha dado gratuitamente,

de lo cual también hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las enseñadas por el Espíritu, combinando pensamientos espirituales con palabras espirituales.

Pero el hombre natural no acepta las cosas del Espíritu de Dios, porque para él son necedad; y no las puede entender, porque se disciernen espiritualmente.” I Corintios 2:12-14


UN TESTIMONIO PERSONAL

En 1987 nos encontrábamos en Atlanta, Georgia. Estaba buscando trabajo en mi profesión, pero sobretodo buscando la voluntad de Dios para nuestras vidas. No sabiendo adónde nos quería el Señor, le dije que confiaría que la primera oferta de trabajo que me hicieran, la tomaría como el lugar, el área geográfica, adónde Él nos quería.

Después de algunas entrevistas, me ofrecieron un trabajo en la ciudad de Irvine, California, para trabajar en el departamento de Investigación y Desarrollo de una prestigiosa empresa médica, Baxter Healthcare. Entendí que Dios nos llevaba a California. Tenía sentido pues mi deseo era compartir el evangelio y la palabra de Dios con hispanos; y California es un estado lleno de hispanos.

Al movernos a California, el primer domingo asistimos a una hermosa iglesia en la ciudad de Fullerton, como a cuarenta minutos en carro de la ciudad de Irvine. La iglesia era enorme, y su pastor muy reconocido en los Estados Unidos.

Después del servicio, uno de los miembros que nos saludó me preguntó: “¿Y por qué vienen hasta acá, habiendo una iglesia tan hermosa por donde viven?” La verdad es que manejar una distancia mayor vale la pena si la enseñanza es buena; por lo que me sorprendió que lejos de animarme a permanecer con ellos me hablara de una iglesia cercana adonde vivíamos.

Lo más sorprendente, llegué a descubrir posteriormente, es que ella no se acordara del nombre de la iglesia que me quería recomendar, siendo una iglesia tan conocida no sólo en California, sino en todo los Estados Unidos y muchas partes del mundo.

Regresamos dos o tres domingos más a la iglesia de Fullerton, aunque no vimos a la hermana con que interactuamos el primer domingo. El último domingo que visitamos dicha iglesia, mientras estábamos en el servicio dominical Dios me había hecho entender claramente que me deseaba en otro lugar. Yo oraba en ese entonces: “Dios mío, ¿adónde nos quieres? California es grande, y lleno de gente e iglesias; y de locos también… no deseo llevar a mi esposa e hijos pequeños de iglesia en iglesia, para buscar una buena. Señor ¡ayúdame por favor!” Mi oración era intensa y específica, dirigida a Dios en silencio, pero apasionadamente; todo mientras el pastor de la iglesia de Fullerton predicaba.

En ese momento alguien toca mi hombro, y me da un papelito. Al abrirlo leo ‘Calvary Chapel Costa Mesa’. La hermana que habíamos conocido el primer domingo estaba ‘casualmente’ unas dos bancas atrás de la nuestra. Cuando me vio, me envió el nombre de la iglesia que me quería recomendar. Ella no sabía que yo estaba suplicándole a Dios, precisamente en ese momento, por dirección respecto a una iglesia adonde Él quisiera llevarnos.

Tan pronto terminó el servicio regresé a nuestro apartamento, movido ante lo sucedido. Averiguamos el número telefónico de la iglesia recomendada, y llamamos para obtener horario de servicios y dirección.

Las cosas habían ocurrido en una forma muy especial. El hecho que la hermana se hubiera sentado cerca de nosotros, entre unas 2,000 personas que asistían al servicio; y que se hubiera acordado de nuestra conversación, enviado la nota en el momento preciso que oraba por dirección, ¡tenía que ser de Dios!

Visitamos Calvary Chapel Costa Mesa ese mismo domingo en la tarde. Al llegar al templo fuimos gratamente sorprendidos por lo sencillo y agradable del lugar, a pesar de lo grande. El lugar mostraba una construcción hermosa, pero libre de lujos y extravagancia que caracteriza tantas iglesias de hoy en día. El templo estaba rodeado de áreas agradablemente planeadas, adornadas de flores y espacios abiertos, bañados de luz y un ambiente muy acogedor.

Cuando entramos al santuario sentí una presencia fuerte del Espíritu Santo. Obviamente que Dios no habita en ladrillos y edificios, pero el Espíritu Santo estaba confirmando a través de una paz y sentir muy especial, que allí nos llevaría.

Como llegamos temprano, decidimos ir a comer una hamburguesa al restaurante ‘Bill’s Burger’ antes del servicio. Regresamos y tomamos asiento, listos para experimentar y confirmar que Dios nos quería allí. Recuerdo el sentir tan profundo que envolvió mi ser cuando las alabanzas empezaron a ser entonadas por el grupo que las dirigía; y la congregación a cantarlas de memoria.

Conocía bien esas alabanzas. Los cantos eran de ‘Maranatha’, un grupo que, yo no sabía, había nacido precisamente en Calvary Chapel Costa Mesa. Cuando recibí al Señor en el año 1983 en Georgia, el primer audio casete de música cristiana que tuve era de ese grupo; me lo habían regalado unos hermanos de la Primera Iglesia Bautista de Watkinsville. Eran alabanzas favoritas. Muchas veces las cantaba en mi casa. De hecho, mi hijo Daniel cuando tenía tres años de edad, había recibido al Señor en mis brazos en una oportunidad en que las cantaba, mientras lo mecía en la silla mecedora de nuestro hogar.

La experiencia ese domingo en Calvary Chapel Costa Mesa fue tan dulce y especial. Mientras las personas paradas alababan al Señor, yo tuve que sentarme; agachando la cabeza me puse a sollozar ante lo dulce del momento, ante lo bello de la presencia y comunión del Espíritu, ante lo hermoso de ver mis oraciones contestadas, ante lo grandioso de sentir la manera real y personal con que Dios guía nuestras vidas.

Rápidamente mis hijos y esposa se hallaron muy a gusto en la nueva iglesia. El balance bíblico que presentaba era algo tan precioso. Una iglesia que entendía la necesidad del Espíritu Santo y sus dones para la iglesia de nuestros días, pero que también entendía que todo debía hacerse en orden y manera agradable a Dios. Había libertad, pero también orden.

El Pastor Chuck Smith enseñaba en las noches en forma expositiva, a través de la Biblia, de Génesis a Apocalipsis. Su estilo de enseñanza era calmado. Pero independiente de su estilo, no se podía dudar que el Espíritu Santo había tomado a este hombre en forma dinámica, para hacer una gran obra y bendecir a miles de vidas, incluyendo la mía y la de mi familia.

La iglesia tenía ministerios muy hermosos, incluyendo una escuela cristiana. Pronto inscribimos a nuestros hijos, Clarissa y Daniel, en ella. Conocimos a Dalton, querido maestro de la Escuela Dominical de niños; así como a Larry y Debbie e hijos, y otras familias. Me incorporé inmediatamente en los ministerios de oración y de escuela dominical de niños. Realmente Dios nos había llevado a un lugar maravilloso.

Muchas veces durante la alabanza mis ojos se empañaban con lágrimas. Levantando mis manos al cielo decía: “Dios mío, ¡qué hermoso! ¿cuándo llevarás esto a Latino América? Soy tan afortunado, pero Señor llévalo a Latino América también.”

Después de un par de años entendí claramente que uno de los propósitos de Dios en nuestro caminar espiritual, era mostrarnos la importancia del estudio de la Palabra de Dios en forma expositiva, libro por libro, capítulo por capítulo, versículo por versículo; leyendo y abriendo su significado, de Génesis a Apocalipsis. Entendí que ésa era una de las razones principales por las que Dios nos había llevado a California, y específicamente a Calvary Chapel Costa Mesa.

Cuando los creyentes leen, estudian y meditan en toda la Palabra de Dios, reciben todas las vitaminas y minerales espirituales que necesitan para crecer robustos y saludables; nada nutritivo queda excluido. Si la iglesia enseña la Biblia sólo por temas, cae en el riesgo de enseñar sólo aquellos preferidos por el maestro o pastor, o aquellos que son populares en la congregación: Las ovejas quedan probablemente privadas de alimento valioso.

Claro, no sólo en las iglesias de Calvary Chapel se enseña la Palabra de Dios en forma expositiva. Pero agradezco a Dios por el hermoso, ungido y fructífero ministerio de Calvary Chapel; y por todas aquellas iglesias que también lo hacen.


NO HA CAMBIADO

El evangelio es exclusivo y angosto; una afrenta a muchos que hoy en día buscan ensanchar la puerta. Ellos lo hacen con sus propios criterios; ideas que alimentan la vanagloria de los hombres, y le restan gloria a Dios.

El evangelio también es sencillo, de manera que hasta un niño lo puede recibir. El padre de la mentira vestido como ángel de luz dice sin embargo: “No puedes ser tan ingenuo y pensar que con creer en Jesús basta y serás salvo.”

Pero el apóstol Pedro escribió que nuestro Señor Jesucristo “es la piedra escogida, una preciosa piedra angular, y el que crea en Él no será avergonzado. Éste precioso valor es, pues, para vosotros los que creéis; pero para los que no creen, la piedra que desecharon los constructores, ésa, en piedra angular se ha convertido, y, piedra de tropiezo y roca de escándalo.” I Pedro 2:6-8

Muchos creen que necesitan poner su fe en otra persona que los lleve a Jesús, pues Jesús es tan puro que no somos dignos de venir directamente a Él. Otros piensan que es más fácil que María le presente nuestras peticiones, pues un hijo a su madre ¡no le niega nada! Esta manera de pensar no existía en la iglesia naciente, la iglesia de los apóstoles. Con el transcurrir del tiempo, nuevas ideas y caminos se han ido infiltrando por hombres religiosos; pero son caminos equivocados: Ni Dios, ni su evangelio han cambiado.

Qué erróneo, ofensivo y triste para el Señor es que algunos piensen que Él es menos compasivo que María. Dichas personas olvidan que el Hijo de Dios, si bien de perfección y pureza absoluta, bajó del cielo y tomó forma de hombre, y anduvo entre los pecadores, muriendo por nosotros en una cruz para darnos salvación. Ése mismo Jesús anduvo entre estafadores y prostitutas, para traerlos al arrepentimiento y darles vida eterna. Ése es el mismo Jesús que se indignó cuando los apóstoles impedían que los padres trajeran a sus hijitos para que los tocara y bendijera.

Ese mismo Jesús dice: “Venid a mí, todos los que estáis cansados.” Mateo 11:28. “Si alguno tiene sed, que venga a mí y beba.” Juan 7:37

El clamar a María, a José o a otra persona considerada ‘santa’, no lo lleva a Dios. Dichas personas ni siquiera le oyen. Si fueron siervos que caminaron con Dios, al morir se fueron con Él; ya no están en la tierra. Necesitamos venir a Jesús; sólo Él está con nosotros en todas partes, todo el tiempo, hasta el fin de los siglos. Además, sólo Jesús es digno de presentarnos ante el Padre, por medio de su sacrificio en la cruz, nadie más: “En ningún otro hay salvación, porque no hay otro nombre bajo el cielo dado a los hombres, en el cual podamos ser salvos.” Hechos 4:12

El apóstol Pablo escribió en II Corintios 11:3: “Temo que, así como la serpiente con su astucia engañó a Eva, vuestras mentes sean desviadas de la sencillez y pureza de la devoción a Cristo.”

El evangelio es sencillo, pero eso no quiere decir que todo mundo lo va a aceptar; hay un costo que pagar. El evangelio es sencillo, pero no barato; a Jesús le costó su vida en el Calvario. Y a los que lo recibimos, nos ha costado morir a nuestra voluntad, aceptar el señorío de Jesús, tomar nuestra cruz y seguirle. Pero le garantizo que no hay mejor cosa que seguir al Buen Pastor, obedecer al Padre Eterno, caminar con el Príncipe de Paz, y contar con todo el apoyo del Dios Poderoso para hacer su perfecta y sabia voluntad, pues en Él hayamos verdadera vida, ¡vida abundante!

El Señor Jesús no sólo nos ha dado un evangelio sencillo, también nos muestra una fórmula sencilla para la salud y crecimiento de su iglesia. En el libro de Hechos 2:42 leemos que los discípulos de la iglesia recién nacida “se dedicaban continuamente a las enseñanzas de los apóstoles, a la comunión, al partimiento del pan y a la oración.”

En otras palabras, la iglesia se dedicaba continuamente, todo el tiempo, a la enseñanza de la Palabra de Dios, al compañerismo fraternal, a la celebración de la Santa Cena, el recordatorio de la Cruz y lo que hizo Jesús por nosotros en el Calvario, y a la oración.

Es importante saber que no son los hombres, su astucia, sus métodos y estrategias mundanas, las que han de construir la iglesia de Dios; es Cristo mismo el que la edifica, tal como le dijo a Pedro: “edificaré mi iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella.” Mateo 16:18. Y la edifica a través del Espíritu Santo, por medio de su Palabra, por medio de dones espirituales derramados sobre los distintos miembros, a través del compañerismo fraternal y espiritual, y a través de la oración.

Jesús es quien edifica la iglesia; y Él mismo es también la Roca sobre quien está fundada. Así fue desde el principio, y así es ahora; no ha cambiado: “No tembléis ni temáis; ¿no os lo he hecho oír y lo he anunciado desde hace tiempo? Vosotros sois mis testigos. ¿Hay otro dios fuera de mí, o hay otra Roca? No conozco ninguna.” Isaías 44:8. “Jesucristo es el mismo ayer y hoy y por los siglos.” Hebreos 13:8

Ni Jesús, ni el evangelio, ni la fórmula dada por Dios a su iglesia, han cambiado. No debemos pues, buscar el crecimiento de la iglesia siguiendo métodos copiados del mundo, implementando principios trazados por organizaciones seculares, fundadas en la sabiduría del hombre y no en la revelación y poder sobrenatural de Dios.

Aunque para muchos es incompleta, aunque muchos la consideren arcaica, tratándola como teoría idealista, lejana del pragmatismo necesario para nuestros días; la Palabra de Dios es viva y eficaz, vital para la salud y el éxito de la iglesia.

Pero no debemos extrañarnos; en Apocalipsis leemos que la iglesia de los últimos días, revestida de religión y tradiciones humanas, habrá dejado al Verbo de Dios, a Cristo mismo, fuera. El mensaje del Hijo de Dios a ella es: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él y él conmigo.” Apocalipsis 3:20

Los que edifican la iglesia de Dios con métodos y sabiduría humana, tal vez llenen sus templos pero no agradan a Dios. Una iglesia numerosa que no tiene a Cristo, es una iglesia muerta. Una iglesia numerosa, pero fundada en otra roca, no es la iglesia de Cristo.

Incluso la iglesia que predica el evangelio de salvación, si no nutre ni edifica al rebaño con la sana enseñanza, con el consejo completo de la Palabra de Dios, es una iglesia débil, susceptible a todo viento de doctrina.

Si Dios le da a uno la responsabilidad de pastorear un rebaño pequeño, qué bueno si al fin de lo días lo encomia por haberlo alimentado bien y cuidado fielmente. El que con sabiduría y métodos mundanos busca edificar; un día verá su obra consumida por el fuego. Será reprendido por no haber predicado el evangelio de salvación, por no haber alimentado al rebaño con la leche pura de la Palabra, por dejar a los creyentes indefensos ante el error, impotentes para llevar acabo la obra que Dios tenía para ellos.

Además, una iglesia cuya prosperidad fluye de su carácter emocional, o de la manera en que se entretiene a los asistentes, evitando enseñar alguna cosa que pueda serles ofensivo; tal vez sea popular, pero falla en su misión. El culto en lugar de ser una experiencia espiritual profunda y transformadora, donde los asistentes entran a la presencia de Dios; se habrá convertido en un ejercicio académico, o en una experiencia meramente emocional; o en una ida más al teatro, llena de entretenimiento y de música de alta calidad.

La iglesia en cualquier tiempo, independiente del lugar y estructura física de reunión, debe ser un santuario, donde el creyente experimenta la presencia del Dios viviente, no tan sólo un calorcito religioso. Un lugar donde corazones caen contritos y postrados; agradecidos, humildes y con temor divino; levantando sus brazos en espíritu de adoración, recibiendo corrección, ánimo y dirección; donde reciben alimento completo y esperanza viva; donde su fe es alimentada, y donde son exhortados a vivir y morir para su Señor, caminando en su luz, proclamando y viviendo en su amor.


TENTACIÓN

Nehemías estaba construyendo la muralla de Jerusalén. Sus enemigos, enojados le enviaron un mensaje diciendo: “Ven, reunámonos en Quefirim en el llano de Ono. Pero ellos tramaban hacerme daño. Y les envié mensajeros, diciendo: Yo estoy haciendo una gran obra y no puedo descender. ¿Por qué ha de detenerse la obra mientras la dejo y desciendo a vosotros?” Nehemías 6:2-3

Cuando una persona busca estudiar el consejo completo de la Palabra de Dios; cuando un pastor busca enseñar a su iglesia todo el propósito de Dios, edificando así una muralla protectora alrededor del rebaño; el enemigo se enoja, e intenta distraerlo. Satanás tratará de disuadirlo a poner su fe en métodos y no en la Palabra; a que usted siga la última moda religiosa, en lugar de ir tras el consejo completo de Dios.

Nehemías fue astuto, respondiendo que no podía dejar la obra importante que estaba haciendo. Notemos sin embargo, que el enemigo es insistente:“Cuatro veces me enviaron mensajes en la misma forma, y yo les respondí de la misma manera.” Nehemías 6:4

Cuando el adversario no pudo disuadir al siervo de Dios, lo calumnió y trató de intimidarlo: “Entonces Sanbalat me envió su siervo en la misma forma por quinta vez, con una carta abierta en su mano. En ella estaba escrito: Se ha oído entre las naciones, y Gasmu dice, que tú y los judíos estáis tramando rebelaros; por eso reedificas la muralla. Y según estos informes tú vas a ser su rey. También has puesto profetas para anunciar en Jerusalén en cuanto a ti: "Un rey está en Judá.” Y ahora llegarán a oídos del rey estos informes. Ahora pues, ven, consultemos juntos.

Entonces le envié un mensaje, diciendo: No han sucedido esas cosas que tú dices, sino que las estás inventando en tu corazón. Porque todos ellos querían amedrentarnos, pensando: Ellos se desanimarán con la obra y no será hecha. Pero ahora, oh Dios, fortalece mis manos. ” Nehemías 6:5-9

Nehemías no se dejó intimidar. Él se encomendó a Dios, y confiadamente siguió edificando la muralla.

Algún pastor quizá esté fielmente sirviendo a Dios, motivado por amor, enseñando diligentemente la Palabra, pero tal vez su congregación no crece numéricamente al mismo nivel o ritmo de otras fundamentadas en emocionalismo, el carisma del pastor, u otra razón vacía ante los ojos de Dios. Ante tal escenario es posible que entre desánimo en el corazón de dicho pastor, o en algún miembro de la congregación; pero los siervos de Dios no deben usar parámetros mundanos para evaluar la iglesia de Dios.

No es el tamaño de la congregación, o los ingresos de las ofrendas, lo que define el éxito de un ministerio. Dios llama a sus siervos a ser fieles en la obra que les ha encomendado, no a dejarse llevar por apariencias, parámetros y presiones externas.

Jeremías, el gran profeta del Antiguo Testamento, tuvo un ministerio difícil. Durante los días en que Jerusalén era sitiada por Nabucodonosor, rey de Babilonia, no muchos le hacían caso. El profeta sin embargo, recibió y declaró fielmente la Palabra de Dios.

Es cierto que el pueblo ignoró las advertencias, y el enemigo hizo brecha en la muralla, penetrando, causando gran mortandad entre los judíos, tomando cautivos y quemando el Templo; pero Jeremías había cumplido su misión como embajador del Rey. Jeremías fue un siervo fiel, habiendo honrado y declarado la Palabra de Dios. Esa palabra no regresa vacía, y está produciendo fruto incluso en nuestros días.

Claro está que no todos valoran por igual la Palabra de Dios, pero Dios llama a sus siervos a ser fieles. Preferible que oír los aplausos de hombres, preferible que leer reportes de aprobación popular, es un día poder oír de la boca de nuestro Señor:“Bien, siervo bueno y fiel; en lo poco fuiste fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu Señor.” Mateo 25:23

Nunca cedamos a la tentación de poner los ojos en parámetros mundanos y métodos de hombres; sino mas bien busquemos continuamente, sin distracción, toda la Palabra de Dios; y que “el Dios de la esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer, para que abundéis en esperanza por el poder del Espíritu Santo.” Romanos 15:13


UNA MADRUGADA

Una noche, entre tantas, me desperté sin motivo aparente: Sorprendido yacía sobre mi cama con mis ojos bien abiertos a la una de la madrugada, sin cansancio ni sueño. Me levanté y me puse a meditar en la Palabra de Dios, específicamente en II Reyes 14, que era donde me había quedado el día anterior en mi meditación personal diaria.

La Palabra de Dios es viva y eficaz, y nos habla poderosamente. Durante mi meditación sentía que Dios me hablaba, como acostumbro a oírle; y en esta ocasión me hablaba sobre la necesidad que tenemos los cristianos de escuchar el consejo de Dios. Generalmente cuando leo la Palabra durante mi tiempo personal de devoción espiritual, lo hago para mi propio alimento. Sin embargo, en esta ocasión sentía que Dios me estaba dando un mensaje específicamente para compartir con otros.


UN ENCARGO SOLEMNE

Me sentí dirigido también al cuarto capítulo de la segunda carta de Pablo a Timoteo, donde el apóstol exhorta apasionadamente a su hijo en la fe. También estuve escudriñando otras cartas de Pablo y pasajes relacionados con el mensaje que, sin haberlo planeado, me encontraba preparando.

Sin ninguna pretensión o plan futuro, apunté las referencias bíblicas, el esqueleto del mensaje que sentí Dios me había dado. Pronto exclamé: “Pero Señor, este mensaje es para pastores y líderes. Yo soy pastor de una pequeña congregación hispana; no tengo oportunidades de enseñar a pastores.” No visualizaba en ese entonces, y mucho menos pensaba, que algún día tendría la oportunidad de compartirlo con pastores: No soy nadie para pensar que algún día tendría tal privilegio. Pero realmente todo es por gracia, la obra es del Señor: “Porque de Él, por Él y para Él son todas las cosas. A Él sea la gloria para siempre. Amén.” Romanos 11:36

Esto sucedió cuando trabajaba en el Departamento de Investigación y Desarrollo de Baxter Healthcare en la ciudad de Irvine, California; empresa en la que trabajé por catorce años. En esos días tenía programado un viaje de trabajo a la planta que estaba en Añasco, Puerto Rico. Como la ruta me permitía hacer escala de regreso en Atlanta, en el estado de Georgia, había hecho planes para poder disfrutar unos días de la compañía de Phil y Linda Smith, quienes viven unos 100 kilómetros al este de Atlanta. Los Smith son buenos amigos y cristianos sólidos, instrumentos que Dios ha usado para bendecir mi hogar desde el comienzo de mi caminar cristiano allá por el año 1983, en los días en que vivíamos en el pequeño pueblo de Watkinsville, Georgia.

Providencialmente, unos tres días después de mi experiencia y mensaje de esa especial madrugada, recibí llamada de Phil. El motivo me causó gran sorpresa, era para preguntarme si estaba dispuesto a compartir la Palabra con un grupo de pastores de la convención regional de los Bautistas del Sur. Sorprendido por la invitación de Phil, quien no sabía nada del mensaje que tenía, le contesté con alegría y un categórico “¡Sí!”. Le conté que ya tenía el mensaje, explicándole las circunstancias en que lo preparé.

Fui pues, a mi viaje de trabajo a Puerto Rico, pasando al regreso donde Phil y Linda. Era un fin de semana. Mi participación con los pastores iba ser hasta el lunes en la mañana. Empezaron sin embargo, a entrar dudas a mi corazón respecto al mensaje que llevaba. Me decía a mí mismo: “Jaime, sabes que estarás compartiendo con pastores de la Convención Bautista del Sur, en Athens, Georgia. Ellos son hombres de la Palabra; ellos toman en serio la Palabra; ellos son fuertes en la Palabra de Dios. Tal vez debes compartir otro mensaje o testimonio con ellos.”

Pero Dios no me dejó en la oscuridad: El día anterior a mi participación con los pastores, el domingo en la noche, había un evento al que estaban invitadas todas las iglesias de la ciudad. El propósito anunciado era buscar la unidad de las iglesias para tomar la ciudad y sus alrededores para Cristo; todo mediante el poder de la oración. Un invitado extranjero era el participante principal del evento, quien traía testimonios y experiencias para compartir.

Phil me invitó, y fuimos, encontrando mucha gente y grandes expectativas. Cuando el evento empezó, algo me hizo sentir incómodo. Dijeron que si había pastores presentes, pasáramos al frente. Aunque no sentí deseos de hacerlo, pues temía manipulación, pasé al frente junto con muchos otros pastores, para no ser ofensa a quienes me habían invitado. Lamentablemente mi incomodidad sólo se acrecentó. No estuve de acuerdo con la forma en que se ministró a los pastores. Cuando nos sentamos, continuó la exhortación e interacción con todos los presentes. El invitado habló de la necesidad de unidad y amor, pero tristemente ignorando la importancia de contender por la fe; y explícitamente menospreciando la sana doctrina.

Cuando se empezó a solicitar ofrendas en público, a manera de subasta, preguntando quién daría $50, $100, o más; mirando a Phil, le dije: “Suficiente para mí, yo me salgo y te espero afuera”. Phil se sintió igual de incómodo, y nos regresamos a casa. El evento había servido de confirmación para mí, sobre el mensaje que llevaba para el día siguiente.

El mensaje que compartí el día siguiente con los pastores, fue recibido con gran entusiasmo y gozo. Había unos veinte pastores presentes, y el Señor estuvo en medio de nosotros; sentimos su bendición y unción. Le dimos gracias al Señor por haber confirmado su mensaje de tanta importancia y actualidad en nuestros días, y por habernos bendecido. El mensaje que di es prácticamente el contenido en este libro, mensaje que he compartido desde entonces muchas veces, con pastores, líderes y miembros de congregaciones cristianas en varios lugares. Y si bien, originalmente fue específico para pastores y líderes, lo he adaptado y moldeado para todo cristiano en el Cuerpo de Cristo; y es mi oración que Dios le bendiga al recibirlo.

La segunda carta de Pablo a Timoteo registra un solemne encargo. Podemos ver las palabras del experimentado apóstol, al final de sus días, cobrar vida; casi podemos oírlas audiblemente, y con ellas palpar su sentir. El intenso pasaje lo incluimos, y expresamos en forma amplificada, a continuación.

“Te encargo solemnemente, en la presencia de Dios y de Cristo Jesús, que ha de juzgar a los vivos y a los muertos, por su manifestación y por su reino: Predica la palabra; insiste a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con mucha paciencia e instrucción.” II Timoteo 4:1-2

“Te encargo solemnemente”: Con estas palabras se dirige Pablo a Timoteo, pues no procede a darle una sugerencia más; ellas son el preámbulo de un cargo, una responsabilidad seria. El apóstol lo hace en forma solemne, no a la ligera; él no es motivado por un simple impulso humano; el encargo viene de Dios, y debe recibirse y tomarse como tal; Pablo lo dispensa con la solemnidad del caso.

“En la presencia de Dios y de Cristo Jesús, que ha de juzgar a los vivos y a los muertos, por su manifestación y su reino.”

Escucha Timoteo, no es ante un comité religioso, ante una asamblea humana que te presento el encargo, es ¡ante Dios mismo! Es ante Cristo Jesús, quien ha de juzgar a los vivos y a los muertos.

El mundo ha de ser juzgado, y muchos van destinados al fuego eterno: Ellos necesitan escuchar el evangelio de salvación; ellos necesitan ser alimentados con la doctrina sana para que puedan llegar a la meta.

Debes llevar el mensaje, querido Timoteo; debes llevar la esperanza viva que tenemos y que otros deben conocer. Él es el único que puede redimir nuestras almas de la vanidad del mundo, de la destrucción presente y del castigo venidero.

Sí, es ante Jesucristo, quien viene pronto, que te entrego este cargo. Diles que hay un reino eterno, un reino incorruptible, donde habitan la luz y el amor; donde no habrá más llanto, ni dolor; donde lo pasado quedará a tras; donde habrá un nuevo cielo y una nueva tierra; donde el tabernáculo de Dios estará entre los hombres; donde fluye un río de agua viva; donde está el árbol de la vida, cuyas hojas serán para sanidad de las naciones.

Timoteo, es necesario que lleves el mensaje.

“Predica la palabra; insiste a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con mucha paciencia e instrucción.”

No pierdas tiempo con cuentos o filosofías mundanas; predica la Palabra de Dios; hazlo todo el tiempo, no sólo cuando es fácil o conveniente. Hijo mío, aprovecha toda oportunidad para hacerlo, y ¡hazlo!; enseña las cosas de Dios, enseña todo el consejo de Dios.

Si hay conceptos equivocados que se oponen a la verdad, redarguye valientemente, no te acobardes; no dejes que los que te escuchan vayan desviados por camino equivocado sólo por que tienes miedo de que se ofendan con la verdad. Háblales con amor, pero háblales. Ten misericordia de ellos: Declárales la verdad, ¡no calles!

Si hay actitudes mundanas y carnales, que siempre las habrá, ¡reprende! Anima y exhorta con mucha paciencia; no una vez, ni dos, sino cuantas veces sean necesarias; con palabras sólidas, llenas de instrucción espiritual.

Ésas son las palabras que parecen brotar no sólo de la pluma o de los labios, mas del corazón apasionado de Pablo; apasionado por las almas, apasionado por su Señor.

“Porque vendrá tiempo cuando no soportarán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oídos, acumularán para sí maestros conforme a sus propios deseos; y apartarán sus oídos de la verdad, y se volverán a mitos.” II Timoteo 4:3-4

Así es Timoteo, viene el tiempo en que la gente no recibirá la sana doctrina; de hecho no aguantarán escucharla, no tendrán tolerancia ni para le enseñanza pura, ni para los que la traen; se burlarán de la doctrina y ¡de sus mensajeros!

Pero tú aprovecha el tiempo; hazlo mientras puedas instruir el rebaño, porque vendrá el tiempo en que la gente buscará y se rodeará de maestros falsos, maestros que enseñarán lo que la gente quiere oír. Las personas no estarán realmente interesadas en conocer la Palabra de Dios y su voluntad; el mundo buscará enseñanzas que satisfagan su fervor religioso, pero que no transforman al hombre; enseñanzas que les permitirá continuar en los deseos de la carne, abrazando sus aspiraciones mundanas. Seguirán siendo los mismos, sólo que detrás de una máscara de piedad y religión muerta.

Así es, Timoteo, escucha: Vendrá el tiempo en que hombres dentro de la iglesia buscarán no el reino de Dios, sino el reino de este mundo. Al hacerlo se apartarán de la verdad, y se irán en pos de mitos. Así es, se apartarán de la verdad; irán tras conceptos y pensamientos inspirados no por el Espíritu Santo, sino nacidos en el corazón engañoso del hombre; abrigarán y regarán cizaña plantada por Satanás mismo.

“Pero tú, sé sobrio en todas las cosas, sufre penalidades, haz el trabajo de un evangelista, cumple tu ministerio. Porque yo ya estoy para ser derramado como una ofrenda de libación, y el tiempo de mi partida ha llegado.” II Timoteo 4:5-6

Habrá muchos maestros falsos. Ellos pregonando doctrinas que acarician la carne, se harán populares; pero tú no pongas los ojos en ellos. Acuérdate de Sodoma y Gomorra; todo el mundo iba por el camino equivocado, excepto Lot. Acuérdate del Diluvio; sólo Noé se salvó con su familia. Tú pon los ojos en Jesús; sé sobrio en medio del caos y el engaño; procede fielmente a tu llamado, aunque eso implique ir contra la corriente, aunque ello implique ser malentendido, aunque ello te acarree desprecios y aun persecución.

Timoteo, hay un trabajo que hacer; Dios te ha llamado para hacer un trabajo, haz pues el trabajo de evangelista, el trabajo que Dios te ha llamado a hacer. Hijo, cumple tu ministerio. Todo cristiano tiene un ministerio, independiente de su sexo o edad. Sin importar dónde vivimos, de dónde venimos, o qué edad, o posición social o económica tenemos; todos tenemos un ministerio, una labor que completar: Timoteo, ¡cumple tu ministerio!

Yo ya estoy al final de mis días entre ustedes; yo ya estoy para ser derramado como una ofrenda sobre el altar de Dios; mi vida no la he considerado valiosa. No, no he buscado ni vivido para preservar mi vida. Desde el momento que el Señor me llamó, cuando yo iba camino a Damasco; desde el momento que entendí que “uno murió por todos, por consiguiente, todos murieron; y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para Aquel que murió y resucitó por ellos.” II Corintios 5:14-15; desde ese momento he estado dispuesto no sólo a vivir, mas también a morir por mi Señor. Acuérdate las palabras de nuestro Señor: “El que quiera salvar su vida, la perderá, pero el que pierda su vida por causa de mí, la hallará.” Mateo 16:25

El tiempo de mi partida se acerca. He esperado ansiosamente este momento, pero lo he hecho mientras laboro por ustedes, agradecido a Dios y gozoso por la oportunidad de estar entre ustedes, y ser de provecho para ustedes. Ése es mi gozo, ver sus vidas trasformadas por la Palabra de Dios, por la obra del Espíritu Santo en ustedes, y entre ustedes. Pero mi principal pasión es Jesús; y cómo deseo estar en su presencia, que es ¡mucho mejor!

“He peleado la buena batalla, he terminado la carrera, he guardado la fe. En el futuro me está reservada la corona de justicia que el Señor, el Juez justo, me entregará en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida.”

II Timoteo 4:7-8

Tú eres testigo de cómo la vida es, y ha sido, una batalla de proporciones tremendas. Como tú sabes “nuestra lucha no es contra sangre ni carne, sino contra principados, contra potestades, contra los poderes de este mundo de tinieblas, contra las huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.” Efesios 6:12

¡Es una batalla! En cuanto a mí, puedo decir con la conciencia clara, y ante una nube de testigos que me han visto vivir la vida abiertamente, “he peleado la buena batalla”. No sólo he peleado, mas ¡he peleado la buena batalla!; he dado ¡una buena lucha! Sí, lo he logrado por la gracia de Dios, quien es fiel, sosteniéndome y fortaleciéndome aun en lo más recio y cruel de esta guerra espiritual.

No, en ningún momento he estado huérfano o derrotado; tal vez “afligidos en todo, pero no agobiados; perplejos, pero no desesperados; perseguidos, pero no abandonados; derribados, pero no destruidos; llevando siempre en el cuerpo por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo.” II Corintios 4:8-10

¡He terminado la carrera!: Algunos andan en esta vida como si paseando, viendo las flores por el camino, disfrutando de sus fragancias; sin aparente meta o urgencia. A ellos me gustaría recordarles las palabras que dirigí a la iglesia que está en Corinto:

“¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos en verdad corren, pero sólo uno obtiene el premio? Corred de tal modo que ganéis.

Y todo el que compite en los juegos se abstiene de todo. Ellos lo hacen para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible.

Por tanto, yo de esta manera corro, no como sin tener meta; de esta manera peleo, no como dando golpes al aire,

sino que golpeo mi cuerpo y lo hago mi esclavo, no sea que habiendo predicado a otros, yo mismo sea descalificado.” I Corintios 9:24-27

Y ahora gracias a Dios, he terminado la carrera, he guardado la fe. Sí, en días en que muchos han atentado pervertir el evangelio, ¡he guardado la fe!

“En el futuro me está reservada la corona de justicia que el Señor, el Juez justo, me entregará en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida.” II Timoteo 4:8

Querido amigo, Pablo esperaba ansiosamente la venida de su Señor Jesús; con amor y gran anticipación, abrazaba la esperanza del momento que está a la puerta de la historia de la humanidad. Algunos temen su venida; otros la esperan y aman con la pasión de una novia que aguarda por su amado. Al igual que Pablo, nosotros lejos de temer podemos esperar con gran anticipación y gozo el día de nuestro Señor Jesús, día en que seremos perfeccionados en justicia y revestidos de inmortalidad.

Amigo, Timoteo tenía un gran cargo, una gran responsabilidad. De igual manera, los pastores y maestros tienen una gran cargo en nuestros días, el de enseñar y nutrir el rebaño de Dios con el consejo completo de la Palabra de Dios. Cada uno de nosotros también, cristianos que amamos y deseamos conocer cada día más a nuestro Señor, necesitamos buscar, estudiar, conocer y obedecer constantemente el consejo completo de Dios; necesitamos contender por la fe, velando por la sana doctrina, compartiéndola en casa y fuera de casa, a tiempo y fuera de tiempo; para que un día, al igual que Pablo podamos decir: “He peleado la buena batalla, he terminado la carrera, he guardado la fe. En el futuro me está reservada la corona de justicia que el Señor, el Juez justo, me entregará en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida.” II Timoteo 4:7-8


UN NUEVO COMIENZO

Si no lo ha hecho, hoy es el momento para que usted reciba a Jesús como su Señor y Salvador personal, obteniendo perdón por sus pecados y vida eterna. No lo deje para otro día; hoy es el momento para comenzar de nuevo, para iniciar una nueva vida.

El arrepentimiento es necesario; es necesario que le pida perdón a Dios por sus pecados, por sus pensamientos, acciones y omisiones que han ofendido a otros, y sobretodo a Dios. Arrepentimiento significa decisión de abandonar el pecado, y empezar a caminar en forma agradable a Dios, de acuerdo a su voluntad. Él le ayudará a hacerlo.

Ponga hoy su fe en Jesús, recibiéndolo como Señor, como Director de su vida: “Si confiesas con tu boca a Jesús por Señor, y crees en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvo; porque con el corazón se cree para justicia, y con la boca se confiesa para salvación. Pues la Escritura dice: Todo el que cree en Él no será avergonzado.” Romanos 10:9-11

En el evangelio de Juan leemos la bella promesa, las hermosas palabras, del Hijo de Dios: “En verdad, en verdad os digo: el que oye mi palabra y cree al que me envió, tiene vida eterna y no viene a condenación, sino que ha pasado de muerte a vida.” Juan 5:24

Le invito a que eleve una oración a Dios, pidiéndole que entre en su vida. Si lo hace de corazón, recibirá vida eterna; recibirá también al Espíritu Santo, quien le bendecirá y ayudará grandemente. Más que las palabras lo importante es la condición y sinceridad de su corazón al decírselas a Dios. Le invito a que ore de acuerdo a las siguientes palabras:

“Padre Santo, te ruego que perdones mis ofensas.

Creo que Jesús murió en la cruz por mis pecados. Creo que el sacrificio del Hijo de Dios en el Calvario es precioso, poderoso para pagar por todas mis faltas.

También creo que Jesús resucitó de la muerte, y que hoy vive. Hoy le recibo como mi Rey y mi Salvador, y le adoro como mi Señor y mi Dios.

Te ruego Dios mío me des tu Santo Espíritu para fortalecerme, consolarme, guiarme y protegerme. Ayúdame a no pecar.

Todo esto te lo pido en el Nombre de Jesús. Amén.”

¡Felicidades! Si usted ha hecho esta oración, ha recibido vida eterna. Goce ahora de la libertad y poder que tiene para hablar con Dios. Dé gracias a Dios diariamente por sus bendiciones y amor, y pídale por sus necesidades materiales y espirituales, así como por otros.

Cuando falle, pues todos fallamos, pídale perdón a Dios y descanse en la promesa de su perdón. Lea la Biblia diariamente y congréguese adonde se adore en Espíritu y Verdad, adonde se estudie la Palabra de Dios, todo el consejo de la Palabra de Dios. Comparta con otros la decisión que ha hecho hoy, la de seguir y obedecer a Jesús; no se avergüence de Él o de su Palabra. Busque amistades que creen en Dios y viven de acuerdo a su Palabra; y confíe en Él, que nunca le abandonará.

“Toda Escritura
es inspirada por Dios
y útil
para enseñar,
para reprender,
para corregir,
para instruir en justicia,
a fin de que
el hombre de Dios
sea perfecto,
equipado
para toda buena obra.”
II Timoteo 3:16-17


OTROS MATERIALES DE EDIFICACIÓN

Otras obras producidas por la organización El Verbo Para Latino América (The Word For Latin America):

  • Creados a la Imagen de Dios (CD-Audio, y Folleto)
  • El Hombre: Su Origen y Destino (Libro y CDROM)
  • Reflexiones Sobre El Hijo de Dios (Folleto)
  • Celebremos la Semana Santa… como le agrada a Dios (Folleto)
  • Encuentro con Jesús (CD-Audio)

Para mayor información o para obtener copias de este libro escribir a:

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El Verbo Para Latino América es una organización cristiana sin fines de lucro financiero, dedicada a compartir a Cristo en el mundo hispano.

Primera impresión. Noviembre, 2006.
Publicado por: The Word For Latin America
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Copyright © 2006 Jaime E. Simán - Derechos reservados.

Escrituras bíblicas tomadas de: La Biblia de las Américas,
© 1986, 1995, 1997 by The Lockman Foundation.
Usadas con permiso. Arte de la portada: Adolfo Blanco